Capítulo II

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La princesa no tuvo problemas en descender por la torre sin ser vista, se dio cuenta que la presencia y el sonido de las pisadas disminuyeron al estar aferrado a la cuerda.

Se las ingenió para eludir a los centinelas usando su hechizo más básico llamado Somnium. El sortilegio consistía en un pequeño polvo de color morado que se creaba entre las palmas del mago, una vez que estaba listo, se soplaba hacia al enemigo y si este respiraba el polvillo, al instante viajaba inmediatamente al mundo onírico. La joven prácticamente hizo esto con todos los guardias que se encontraba en su camino hasta llegar a una zona segura, obviamente tuvo algunos inconvenientes cuando casi fue descubierta, sin embargo, su astucia permitió que durmiera a los agresores sin que su identidad fuera comprometida. Preparó el hechizo varias veces antes de bajar por las interminables paredes del castillo—siguió usando la cuerda del espejo para descender—y en puntos estratégicos tomó algunos descansos, fue una excelente estrategia que le permitió hacer la hazaña con mucha más facilidad.

Finalmente, la muchacha exhausta pudo descender hasta los extensos bosques del reino. Usó todo el éter que tenía para mantener el hechizo de la cuerda y una vez que pisó tierra, el sortilegio desapareció en una estela de luz.

Pegó su espalda contra las murallas desgastadas de la fortificación, respiró exhausta. Logró recordar que "Los Bosques Blancos" tenían algo en particular: estaban sobrecargados de éter.

El éter era una energía mística de la madre tierra. Se dice que los dioses dejaron parte de su energía, con el propósito de que las razas entendieran el uso de la magia con mayor facilidad. Comprendiendo la energía espiritual de uno mismo y combinándola con la del mundo, era posible crear sortilegios únicos que solo se transmitían entre cada reino. El único reino que nunca pudo hacerlo de manera natural fue el de los humanos, en vez de eso, supieron fabricar una especie de gemas rúnicas que le permitían usar la magia, sin embargo, eran muy escazas y su uso era limitado.

Gracias a que la acumulación de éter en los bosques élficos era inmensa, pudo recuperar su magia y así emprender su viaje sin retorno. Mientras sus fuerzas volvían, se puso a meditar en todo lo que perdía si no regresaba, en el castigo que su padre le daría si la encontraba y en la reacción de su hermana cuando volviera de su viaje.

Aela, la persona que más admiraba aún estaba presente aquel día. Sacó un medallón brilloso, pequeño de color platino de su bolsillo, en el objeto estaba grabado el nombre de su hermana y el de ella.

Los nombres de las princesas fueron puestos por la reina, Aelanrrentyn. Alvene se iba a llamar Alrrentyn, no obstante, como a su madre no le gustaba, descubrió una palabra extravagante entre sus libros, la cual fue "Heaven" que significaba cielo en latín. Por lo que, al jugar con las palabras descubrió que Alvene sonaría bien y tendría un significado para ella: "Mar de cielo". En cambio, Aela sería más simple e iba acorde a su destino: "Caballero de la armonía".

La princesa menor fue criada siendo mimada por su padre, por otro lado, Aela creció por su cuenta, desobedeciendo las ordenes de su madre, la elfa siempre estuvo interesada por sostener una espada y escudo y ser entrenada bajo el gran estandarte élfico. Durante los últimos años de la guerra, Aela había cumplido la mayoría de edad—mil años—, luchó bajo el mando de Sir Rodrick y siempre tuvo una relación de admiración y odio contra él, la causa de esto era porque su líder era un humano. Durante la guerra, la confianza creció y en el fin del conflicto, fervientemente los dos unificaron una amistad, que no duraría mucho.

Mientras Alvene era alejada de la realidad del mundo, de la esclavitud de los humanos, Aela creó una empatía tan grande hacia el ser humano que se enfrentó a Rodrick en una discusión fuerte. La elfa no comprendía el cómo un humano podría traicionar su raza, lo peor fue cuando el casanova se le declaró: en vez de recibir un beso, recibió el corte de la espada de Aela, causando que casi perdiera en ojo izquierdo.

Número XXXIIWhere stories live. Discover now