Capítulo 47: Inefable

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Existen muchas dudas en mi cabeza, muchas cosas que exigen respuestas, y el pasar de los árboles por la ventanilla de la camioneta de papá no me ayuda a dejar de pensar. Mientras más me relajo, más respuestas quiero. Mi dedo pulgar juguetea con el anillo que me dio Charles, el anillo que representa nuestra unión ante Dios.

Yo no podría decir que soy una ferviente creyente, y tampoco que soy una extremista atea. Desde que murió mamá, dejé de interesarme por las cuestiones espirituales, no es que las negara o las afirmara, es que simplemente no pensaba en ello. Lo que pensaba era que debía continuar con mi vida, que si gastaba mi tiempo pensando en si existía un Dios o no, un cielo o no, no me concentraría en otras cosas realmente importantes. Así que lo dejé de lado, sólo no pensaba en ello.

Pero cuando Charles me pidió este matrimonio simbólico, las dudas sobre mi espiritualidad volvieron a mi mente, y fue aquí cuando mi naturaleza humana, siempre curiosa, me pedía respuestas, respuestas que no tengo del todo. Porque aquí estoy, pensando: no sé si existe el Dios del que todos hablan, o si es algo completamente diferente; no sé si los eventos bíblicos realmente sucedieron, o si su descripción del paraíso es real. No sé nada de esto, pero sí sé una cosa: No puedo negar que existe un mundo espiritual del que no tenemos conocimiento certero, incluso aunque el mismo Charles, que hace parte de ese mundo, no pueda explicarme a ciencia cierta cómo funciona, quién lo rige; pero existe. Su representación máxima es Charles, y el que su familia necesite un entierro simbólico, bajo un ente espiritual, para poder descansar en paz y no permanecer en el ''limbo'', también me lo dice todo, o casi todo. No sabemos cómo será el ''más allá''; tal es su misterio, que ni siquiera un espíritu, Charles, puede explicármelo; tal vez tengamos que morir para descubrirlo, pero al parecer existe, y desde que conozco a Charles no dejo beneficio de la duda a este hecho.

Pero las preguntas sobre mi espiritualidad no son mi mayor problema justo ahora. Ladeo mi cabeza lentamente, y ahora no estoy con mi frente contra la ventanilla, observando los árboles pasar. Ahora mi mirada está al frente, donde un gran camión guía nuestro camino. Le hemos estado siguiendo por horas. Es un camión negro, cuyas únicas inscripciones son ''Museo de Londres''. Va al frente, guiando nuestro paso como un coche fúnebre. Sí, eso es lo que me recuerda: un coche fúnebre, con cadáveres dentro, y sus seres queridos siguiendo el coche hasta el cementerio. La diferencia con esas imágenes típicas de un funeral, y la situación actual, es que no han pasado días de la muerte de quienes están en ese camión; ha pasado un siglo. Un siglo, cien años, diez décadas; bueno, un siglo, cien años, diez décadas y un poco más. ¿Cuántos meses? ¿Cuántos días? ¿Horas? Siento que estoy usando las cuentas matemáticas como una excusa para distraerme de la realidad, y es en ese instante cuando papá comienza a hablar:

—El ejercicio arqueológico es muy interesante. —Sus ansias por romper el silencio son evidentes, y tal vez sólo se le ocurre hablar de lo que tiene en frente: el mismo camión fúnebre que yo estoy viendo—. Sabes, antes no podía decidirme qué estudiar, tenía un dilema entre arqueología e historia.

La esquina de mis labios se levanta levemente, en un intento de sonrisa que bien podría parecer irónica, de burla, o de ''cállate ahora''; pero no es nada de lo anterior, me interesa lo que papá habla, me interesa lo que su profesión y profesiones afines pueden lograr, cómo pueden relacionarse. Sé que me habla de arqueología porque probablemente está pensando en los cuerpos de los Pemberton en aquel camión; tal vez lo está relacionando con los descubrimientos de cuerpos en excavaciones arqueológicas, y su investigación profunda sobre a qué época pertenecen, de qué murieron, a qué comunidad pertenecía. Y entonces lo arqueológico se mezcla con lo histórico y lo antropológico, y comienzan las búsquedas incesantes sobre la historia de ese cadáver en cuanto a su contexto cultural. Sí, he de admitir que son profesiones interesantes, que te despiertan la curiosidad de una forma increíble. Aunque para mí no deja de ser oscuro lo que tengo delante de mí, admito que es porque yo ya sé quiénes son y cómo murieron, y porque conozco a uno de ellos. Estoy segura de que si no conociera a Charles, si no conociera su historia, el haber encontrado a los cuerpos de los Pemberton despertaría en mí esa curiosidad innata del ser humano, y estaría ansiosa por saber qué hay detrás de ese increíble misterio de la identidad.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora