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Otra vez habían cancelado el trabajo por la nieve, generalmente declaraban el día inhábil por cualquier estupidez, como que se acabó la tinta o el papel de las impresoras, sin embargo, en caso de nieve se ponían especialmente estrictos

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Otra vez habían cancelado el trabajo por la nieve, generalmente declaraban el día inhábil por cualquier estupidez, como que se acabó la tinta o el papel de las impresoras, sin embargo, en caso de nieve se ponían especialmente estrictos.

A Michael no le importaba, aún tenía un par de días de vacaciones que gastar en la vagancia.

—Iré a verlos mañana señora Miller—contestó al teléfono.

—Eso espero ¿traerás a Johnny? —preguntó interesada y él se giró para mirar a West, sentado en la mesa, comiendo quien sabe que mierda vegetariana con apariencia de pavo. Michael le hizo una seña con la cabeza y West levantó el pulgar como una afirmación.

—Supongo que sí, espero que Miller no se moleste —comentó por lo bajo, sabiendo que Peter no era el problema.

—No, no te preocupes, mis angelitos son los más dulces, aman las visita —Y de nuevo Michael supo que no era cierto, también estaba seguro de que "angelitos" no era un sinónimo adecuado para describir a los hermanos Miller.

Él siguió hablando un rato más hasta que llegó el momento de colgar y volver a la mesa con West.

Ellos estaban sentados uno frente al otro, con pijamas de navidad, nada demasiado exagerado, pero suponían que estaban siendo festivos.

—Por cierto —comentó Michael llevándose un pedazo de carne a la boca, carne de verdad—. ¿Cómo estás en Facebook? —preguntó bajando la vista. West se le quedó mirando.

—Lo olvidaba —hizo una pausa—. No somos amigos en Facebook —Michael levantó la mirada hacia él invitándole a continuar—. Estoy como Johnny West —dijo con una mueca divertida. Michael sonrió.

—Yo estoy como Atreyu Zaharia.

Los dos se quedaron viendo y luego West dejó su cuchara en el plato.

—¿De dónde es ese apellido? Zaharia —preguntó ladeando el rostro.

—No sé, es de mi papá, él también me puso el nombre y cuando se divorciaron me quedé con mi abuelo y tomé su apellido —Michael bebió un sorbo de chocolate caliente—. Cuando cumplí la mayoría de edad me cambié el nombre a Michael.

—Michael Anderson —West hizo una mueca—. Suena mucho más normal, yo prefiero llamarte Zaharia, nadie más te dice así ¿Cierto? —comentó sonriéndole con un brillo de diversión en los ojos.

—Tú —dijo señalándole con su tenedor—. Eres un coqueto.

West ensanchó la sonrisa y Michael lo imitó. Unos minutos después, mientras soplaba el contenido de su taza, West le echó un vistazo a la sala.

—Ya solo me falta el sillón —dijo—, es lo único que queda para poder dejar completamente el viejo cuarto.

—Véndelo —opinó Michael desviando la mirada—. Ya tenemos uno.

Aquello era nuevo, muy nuevo, aún estaban un poco aturdidos por el asunto de comenzar una relación, pero la mayor parte del trabajo ya lo habían hecho sin darse cuenta.

—Tenemos uno —repitió West—. Eso suena bien —comentó alcanzando el aderezo para su intento de carne.

Ellos se miraron a los ojos una vez más y Michael empezó a reírse.

—Mierda, ya quiero que pasen los seis meses que le prometiste a Miller, no soporto ese cabello rosa del carajo —se quejó mirándole el pelo.

—Cuando se acabe el tiempo puedo volver a teñirlo de rojo, aunque no va a a quedar igual, si quieres puedes escoger otro color para mí —West no parecía muy apurado por el asunto.

—¿En serio? —preguntó Michael—. ¿Te lo puedo dejar como Rainbow Dash?

West levantó una ceja.

—¿Quién coño es Rainbow Dash?

FIN

FIN

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Navidades con los MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora