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11 años atrás

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11 años atrás

Frank suspiró, observando la cadena rota de su bicicleta amarilla. Mientras subía la cuesta parecía que la pobre cedió al paso del tiempo, así que tuvo que arrastrarla lo que quedaba del camino a casa.

Suspiró un poco triste.

Tenía esa bicicleta desde los doce años, él viajó a su escuela durante muchísimo tiempo en ella, sin embargo, ahora estaba inservible.

Esa mañana había sido una de las peores en mucho tiempo. Una chica, una mesera de su restaurante favorito se había puesto un poco loca con el asunto de salir con él, le insistió tanto que terminó haciendo un número en el lugar, por lo que tuvo que marcharse corriendo mientras Ryan distraía a la chica.

Ahora tenía que caminar siete malditas cuadras hasta su casa para poder descansar un rato. Era obvio que el cosmos se puso en su contra, por lo que se resignó a que una nube negra anduviese sobre su cabeza hasta el día siguiente.

Por eso mismo el ambiente feliz del barrio lo estaba poniendo de muy mal humor. En la calle había algunos vendedores ambulantes soplando pistolas de burbujas que llenaron todo el paisaje, dándole al lugar un ambiente idílico de cuento de hadas. Algunos niños que pasaban por ahí se reunieron encantados, pensando en alguna manera de convencer a sus padres de que les compraran un par de esos juguetes para pasar el rato. El sol estaba en lo alto, las casas de esa cuadra estaban pintadas en tonos amarillos, rosas y blancos mientras las risas de los pequeños llenaban el ambiente.

Era dulce hasta ser vomitivo.

Frank suspiró, deteniéndose en la esquina, esperando a que el semáforo se pusiera en verde. Él se había parado justo delante de una estética pintada de rosa, que tenía su música a todo volumen y donde algún vocalista extraño juraba estar enamorado de la novia de un tal Jessie.

Mientras soltaba un suspiro observando la señal para comenzar a caminar, cuando un extraño niño se paró a su lado. El niño tarareaba la canción que reproducían en la estética.

Sin poder evitarlo, Frank lo miró frunciendo el ceño, sintiéndose muy confundido por la vista. El niño, en general, vestía normal, traía una chaqueta de Notre-dame y tenis. Podría haberlo pasado por alto de no ser porque el chico traía puesto un casco de los Power Rangers.

Sí, un puto casco de los Power Ranger.

Cómo si pudiera leer su mente, el chico levantó la cabeza y lo vio.

—¿Qué te pasa? —preguntó en tono divertido—. ¿Nunca habías visto aun Power Ranger? —agregó con un tono un poco insolente.

Frank levantó la cabeza, el niño era tan alto como para que le llegara un poco por encima del hombro, pero su voz y constitución dejaron ver que aún era pequeño.

Navidades con los MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora