Aquella Espina...

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La luna resplandecía sobre la ciudad de Guanajuato. Hacía años que Miguel no daba señal de vida por ahí.

Para su suerte, la ciudad no se encontraba igual de activa de día que de noche, lo que le daría ese factor fantasma y aseguraría que ningún fan lo tomara desprevenido.

Llego a la fuente con sus últimas fuerzas y finalmente después de caminar todo el día se sentó en el borde de está. La sensación fue tan placentera que su cuerpo comenzó a tambalearse e inevitablemente cayó al agua.

El charro comenzó a hacer gárgaras bajo el agua, no le importaba nada, solo sabía que el agua estaba fresca y lo fresco era bueno.

De pronto sintió unas manos que lo sujetaban.

- ¿Estás bien?- preguntó el muchacho, y al darse cuenta de la sabandija que había pescado lo regresó al agua.

Ahh... De todos los los ex con los que se pudo haber encontrado, ¿Porque él?

...

A la mañana siguiente Miguel había despertado con toda la energía del mundo. Después del incidente de la noche anterior Leo y él habían pasado un buen rato charlando. Charla, que terminó con el inevitable hecho de que ambos habían disfrutado ese beso y que por lo menos se darían una oportunidad en lo que Miguel estaba en Guanajuato.

El cantante había conseguido boletos para su concierto y se los había regalado a San Juan. Luego de cada presentación, los recién enamorados se tomaban un descanso de su rutina diaria y salían a pasear.

Miguel, que no pudo evitar contarle todo lo que había sucedido a su primo, recurrió a su ayuda para asegurar que sus escapadas secretas con Leo, se mantuvieran en secreto.

Para ese punto Marco ya había llorado lo suficiente como para desintoxicar su corazón y aceptar el hecho de que, a Miguel, también le gustaban los chicos. Lo cual le venía como anillo al dedo, pues significaba que aún tenía oportunidad con su primo y que ese asunto del "novio" terminaría una vez salieran de Guanajuato.

- Claro...- respondió Marco ante la petición de Miguel para ayudarle a escaparse de la vigilancia de su abuelo.

Le quedaban dos días, y Marco no podía negar que jamás había disfrutado tanto ver los granos de arena caer en el reloj. Era cuestión de tiempo...

La pareja había acordado desayunar en el puente del campanero. Que era un curioso puentecito que unía las entradas de dos casas que se encontraban a metros de distancia del suelo y que ahora, se había convertido en un restaurante.

Como era un domingo muy temprano en la mañana, había muy poca gente en el restaurante, lo que aseguraba una cita tranquila para los novios.

Leo se encontraba tomado de la mano de Miguel mientras esté escribía en un cuaderno con la otra. Había pasado una semana con él, y sin embargo jamás había sentido que el tiempo transcurriera de esa manera. Cada momento con Miguel era atesorado en lo más profundo de su corazón y sabía que él se sentía igual. Los coqueteos, las sonrisas... Todo parecía sacado de un cuento de hadas, Leo San Juan no podría haber estado más enamorado del cantante en ese momento...

Miguel alzó la mirada de su cuaderno y se encontró con que Leo lo estaba observando.

- ¿Que? ¿Te gusta lo que ves?- preguntó el cantante dedicándole una mirada picosa a su novio, a lo que esté simplemente respondió con un suspiro a la vez que alzaba los hombros.

- Es solo que estoy pensando.

- ¿Hm? ¿En qué piensas?- Miguel noto la pose artística que Leo había adoptado al mirar hacia un lado.- ¡No te muevas! Me acabas de dar la inspiración que necesitaba para una canción... Que bonitos ojos tienes...- agrego al final y ambos comenzaron a sonrrojandose.

Charro Herrante: Las mil y una lunas de MielWhere stories live. Discover now