Capítulo 3. "Una casa de cristal y una inquilina patosa"

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Oí el golpe de la puerta contra un objeto y asustada cerré los ojos.

El silencio hizo que el golpe sonase como si hubiese roto una bajilla entera, toda a la vez.

Me giré y vi un montón de cerámica esparcida en pequeños trozos por el suelo. Lo único unido era una base. Parecía un jarrón.

¡Padre de los jarrones que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...

Hice un gesto de los Powers Rangers señalando al jarrón:

-¡Resurrección!

No funciono.

 Así que volví a la habitación de Jace y le robe una zapatilla para "barrer" el jarrón, que ojala no fuese de un época de nombre raro, eso parecía hacerlo caro.

¿Sería mucho pedir que ya de ser un jarrón chico fuese de los de los 20 duros?

Me puse a silbar pensando en temas para distraer a Jace en caso de que apareciese de repente por ahí y así evitar que viese el estropicio.

Cogí todas las piezas y las escondí detrás de la puerta. Con un poco de suerte Jace se enteraría cuando ya me hubiese ido y la riña sería por teléfono en vez de en persona.

Me olvide del jarrón. Si Jace me preguntaba me haría la loca.

¿Un jarrón? ¿En tu despacho? No, yo no sé nada. ¿Que despacho? No me acuerdo de nada ¡Debe de ser la fiebre, ya ves!

Al estar solo vestida con una camiseta de hombre, me dio un poco de apuro acercarme a el ventanal, pero la increíble vista ganó a la vergüenza.

Cuando me convencí a mi misma de que no podía quedarme mirando los edificios para siempre, preste atención al resto de la habitación. El escritorio caoba destacaba en la sala, dándole un toque rustico al ambiente. Y el sillón del escritorio, a juego con los otros dos destinados a los invitados que enfrentasen a Jace, era blanco. Blanco impoluto.

En una esquina había un mini bar, debía de ser un lujo poderse tomar una copa con esas vistas.

Por lo demás solo había cuadros. Cuadros que parecían caros. Mi hermano me lo había dicho una vez : Cuanto más raro y feo sea el cuadro, más caro.

Estos cuadros no eran feos, pero sí bastante raros, así que algún valor tenían que tener.

Decidí investigar la puerta de mi derecha, la que se pegaba al mini bar, y me pregunté por un segundo si ese hombre tendría un cuarto rojo del dolor.

¿Qué hacía? ¿Me aventuraba? Pero, ¿Y si encontraba una sumisa encadenada? O peor, ¿Y si me encontraba a Jace encadenado?

Tenía que saberlo.

Cerré los ojos con fuerza y abrí la puerta doble.

Un hall.

Un hall en un segundo piso.

Un hall de cristal en un segundo piso.

Ese jodido hotel era un dúplex.

Y yo iba a correrme, era precioso.

No era una sala, pues solo había dos paredes " de verdad", una barandilla que dejaba ver el piso de abajo y una pared de cristal que llegaba hasta el suelo del salón que podía ver desde arriba.

Era impresionante, el que el segundo piso no existiese sobre el salón hacía que el techo en este  fuese altísimo. Si a eso le sumábamos la inmensa pared de cristal de los lados- Porque del otro lado la vista seguía siendo igual de impresionante.- y el elegante mobiliario, se te hacía imposible no desear ser millonaria.

Jefe, quiero un hijo suyo ©Where stories live. Discover now