-- ¿Quién eres? -su pregunta no me sorprende-. Tu corazón palpita, pero no hueles a comida.

-- Me llamo Megara, pequeño -no me importa fingir cierta simpatía por el pequeño asesino-. ¿Eres tú el que ha causado todo estos destrozos?

-- Sí, aquí hay mucha comida. Si quieres te dejo a uno para ti.

-- No te preocupes estoy servida. Pero me temo que hay un problema -el niño me mira desconcertado-. Estás en mi territorio. Esta aldea está bajo mi custodia y vosotros sois los intrusos.

Su expresión cambia de amable a una terroríficamente malvada. Esto va a ser divertido.

Se abalanza sobre mí sin pensarlo. Pero yo soy mucho más rápida y hábil que él. Lo esquivo y lo decapito en cuestión de segundos. Agarro el cuerpo y salgo de la casa. Veo una antorcha. Bingo. La cojo y prendo fuego al cuerpo. Uno menos. Solo quedan dos.

Voy a la siguiente casa. En ésta se oyen gritos. Mala señal. Entro sin picar a la puerta, en el suelo hay un cuerpo decapitado. Debe de ser la creadora de estos endemoniados niños. Me acerco al niño sigilosamente por detrás. Su víctima no para de retorcerse intentando escapar. Pero de poco le sirve ante la descomunal fuerza del infante. Por un instante los ojos de la muchacha, que se está muriendo, conectan con los míos. Su mirada está llena de terror y suplican ayuda. Mierda, que floja soy. Aparto de una patada al mocoso de la chica. A mi increíble velocidad lo agarro y sin esperar nada lo decapito y lo quemo ahí mismo. Me giro hacia la chica y sonrío para tranquilizarla. Me acerco cuidadosamente. Su corazón va a mil por hora, como siga así le va a dar un infarto.

-- Tranquila ya está muerto -digo mientras examino su cuerpo-. Por suerte no has perdido mucha sangre.

-- Gracias -susurra.

Le sonrió y seguidamente alargo mis colmillos, Ella se asusta y grita pero yo le tapo la boca.

-- Tranquila, no te voy a hacer daño. No soy como ellos. Lo único que quiero es curarte.

Ella me mira sin fiarse. Mi mano le sigue tapando la boca.

Acerco mi otra muñeca a mis labios y la muerdo, seguidamente escondo de nuevo mis colmillos. La pobre parece que se vaya a desmayar. Retiro la mano que tapa su boca y acerco mi muñeca herida a sus labios.

-- Abre la boca -ella duda pero obedece. Dejo caer tres gotas de mi sangre en el interior de su boca y luego la retiro-. En unos segundos estarás completamente bien. ¿Cómo te llamas?

-- Gwendolyn Evenson.

Tiene miedo y no la culpo. Me levanto y le tiendo la mano para ayudarla a hacer lo mismo.

-- Bueno Gwendolyn Evenson, es un placer salvarte la vida -ella se apoya en mi mano y se levanta-. Pero tengo cosas por hacer así que... Adios.

Me doy la vuelta para irme pero me detiene por el brazo.

-- Espera, por favor. No tengo dónde ir. Toda mi familia está muerta. Por favor, llévame contigo.

Levanto una ceja en forma de respuesta. La verdad es que no me iría nada mal una esclava. Tendría sangre para dar y regalar. Pero donde voy es peligroso para una humana. Frunzo el ceño sin saber si aceptar o no.

-- Haré lo que sea -suplica.

-- ¿Qué edad tienes?

-- Catorce años -dice.

Joven, quizá demasiado. Bueno, así durará más.

-- Está bien. Pero antes de irnos tengo un trabajo que hacer. No te apartes de mí en ningún momento si quieres conservar la vida -le advierto.

Ella sonríe feliz y me sigue. Salimos de la casa y vamos a por el último niño inmortal. Pero me horrorizo al ver quiénes están con él. Los Vulturis. Me escondo detrás de la pared de una de las casas. Agarro a Gwendolyn y la aprieto contra mí. Le tapo la boca con la mano para que no diga nada y nos descubran. De todos los lugares del mundo tenían que venir aquí.

Jane está dictando un veredicto, el niño está condenado a muerte. El aquelarre que lo creo ya están todos muertos. Bueno, eso que me ahorro.

-- Vámonos -dice Jane después de que Félix mate al niño y lo queme.

Después de varios minutos inmóviles tras la marcha de la Guardia Vulturi suspiro relajada. Ya deben estar varios cientos de quilómetros lejos. Aparto la mano de la boca de la mocosa y emprendo el camino para marcharme. Ya no queda nadie en esta aldea.

-- ¿Quién eran esos? -pregunta Gwendolyn.

Suspiro y sigo andando.

-- Cuando lleguemos a mi casa te lo contaré, hay muchas cosas que debes saber y aprender. Hasta entonces, mantén tu pequeña boca cerrada.

Estoy de mal humor, por poco me descubren hoy. Aunque si no fuera por esta cría me habría encontrado de frente con ellos.

Mientras camino escucho un llanto a lo lejos. Levanto la cabeza y intento averiguar de dónde proviene.

-- Gwendolyn quédate aquí un momento. Ahora vengo.

Sin esperar respuesta corro a toda velocidad para ver el origen del llanto. Una casa se está quemando y hay un niño atrapado. Sin pensarlo dos veces doy una patada a la pared y entro. Hay mucho humo y me impide ver bien mi alrededor. Subo las escaleras a gran velocidad y entro a una pequeña habitación. Hay una cuna y dentro un bebe. Lo tomo e intento volver por donde he entrado. No puedo, el fuego me lo impide. Miro a mi alrededor y veo una ventana. Pego un salto y salgo por ahí. Aterrizo fuera y me dirijo sin perder el tiempo a buscar a Gwendolyn.

Al parecer ahora tendré que cuidar de no solo un niño sino dos.

Holmes "El Angel de la Muerte" [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora