El día llego y con ello el atardecer dorado.

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Sigue sin llegar cartas desde España o de aquí y realmente empiezo a preocuparme, además las noticias no son buenas para nosotros, vamos a ser llevados como conejos de indias al frente. Nos mandan a Aarhus defender al rey y gobierno colaboracionista de Hitler que no puede con la resistencia de la ciudad de Fredericia, parecemos más niñeras que un regimiento, de aquí para allá...

-Yo me planto.-Es mi voz que resalta sobre el silencio del regimiento, todos me miran sorprendidos- ¿Por qué me miráis como si hubiera echado una maldición? Es cierto, me he cansado ya de ir de un lado para otro como aves, yo no sé que haréis los demás pero yo me voy a Fredericia a ayudar a mis hermanos.-Entonces decido marcharme e ir por el camino hacia la ciudad-.

Me adentro por un camino llano donde el sol ha hecho mella en la tierra árida, me queda poca agua en la cantimplora y el peso que llevo en la mochila junto al arma hace que empiece a sudar y ver visiones. Bebo lo ultimo que me queda de agua y sigo caminando, me he fijado que en el último cartel ponía:

-"Fredericia 50 km., Kopenhague 300 km."

Empiezo a marearme y los ojos comienzan a ceder ante el cansancio, mis manos tiemblan y...¡no es posible! ¡Mi amada! Debo de estar delirando. De repente me arrodillo ante esa imagen de devoción casi holográfica, no me lo puedo creer, se acerca hasta mí y me dice al oído:

-Mi hombre, mi niño, ¿que has hecho para vagar por este camino desierto? -Me mira a los ojos y continua diciéndome- aún te queda bastante, debes pasar por el infierno y destruirlo para conseguir tu propósito, vas a sufrir y padecerás bajo el poder maligno, hasta perderás amigos y conocidos pero yo sé que lo lograrás. Pero antes de todo esto tendrás que renunciar a lo que más quieres, yo...yo...

Me desmayo y quedo inconsciente mientras veo al sol desaparecer por el horizonte como el rebaño que se recoge lentamente para descansar después de un día fatigoso. Despierto en la oscuridad, escucho como un cerrojo se abre y aparece un hombre de mediana edad con cierto sobrepeso -que parece que esta embarazado- que es arrojado conmigo a la celda, los nazis me han apresado. Oigo sus voces germanas gritando para acatar y realizar las ordenes de sus superiores, intento recordar como he llegado aquí después de quedar inconsciente pero es en vano, en medio de mi cavilación llega un soldado alemán que me coge del brazo mientras mi compañero 'embarazado' me dice a modo de despedida:

-Suerte, la va a nesesitá donde vas.

En mi camino hacia no sé sabe donde veo a través de las ventanas como el sol va cayendo y el atardecer anuncia la llegada de la noche.

La guerra que nos hizo hombres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora