¡Bienvenue a la France!

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Mientras escribo otra carta para 'mi chica' -no me acostumbro a decirlo como los demás- veo como vamos dejando atrás los Pirineos y nos adentramos en el sur de Francia, en el tren la noticia venidera va de boca en boca: "Los nazis han decidido conquistar Alsacia-Lorena y adelantar la operación Batalla Francia." Es decir, dentro de poco nos tocará entrar en escena, supongo que nos usarán como cebo o a la retaguardia, no nos pondrán como otros ejércitos aliados en lo principal, además de cambio de planes, ahora nos toca ir al norte del país galo a ayudar a esos malditos hijos de Hitler.

Por fin llegamos a Cherbourg, una ciudad costera con un bonito puerto marítimo y casi enfrente de Inglaterra, un perfecto lugar para veranear si no fuera por los nazis que ya dominan la ciudad aunque se oyen algunos disparos, -seguro que están limpiando el lugar como dicen ellos- nos dirigimos hacia el puesto de guardia donde nos espera el general Ullrich, conocido como el leñador de Oberhausen, su aspecto físico es el de un hombre de mediana edad aunque le delatan algunas arrugas, cabello medio rubio y ojos azules como el mar embravecido y una cicatriz al lado de su ojo izquierdo que parece tener como recuerdo de alguna batalla ganada. Entonces nos comunica en un español chapucero:

-¡Heil, Hitler! -Nos saluda con la mano arriba como los romanos al saludar al Cesar y con un golpe en el suelo con el pie-.

-¡Hey que pasa, chocala! -Le devuelve el saludo y le guía para chocar las palmas Javier, uno de los soldados más graciosos y algo retrasado del regimiento.-

-Sorprendido Ullrich, decide ignorar eso y continua diciendo- Regimiento de Zamora, se instalarán en una ermita situada en un barrio marginado de la ciudad, aquí tienen el mapa con el sitio marcado donde estarán y los diferentes permisos, hasta nueva orden disfruten del lugar sin molestar.

-De acuerdo, eso haremos general. -Responde Bobadilla y se despide con el saludo militar.- Ya habéis oído chavales, a andar hasta nuestro destino.

Mientras vamos camino de nuestra provisional casa, en mi cabeza se reproduce aquel 1 de Julio de 1936 donde España se arrodillo ante la Iglesia y cuatro iluminados. Era un caluroso día de verano en Zamora, y para defendernos del sol jugábamos un partido de fútbol entre amigos ante la atenta mirada de un grupo de personas mayores que nos animaban, entonces de repente se extiende un rumor entre todos, yo ignorante de la situación digo:

-¿Que ocurre? ¿Por qué tanto rumor y nerviosismo?

-Entonces llega uno de mis contrincantes y me dice.-El ejercito se ha sublevado, estamos perdidos. Ha sido seguido por el gobernador y varias ciudades de la península, casi todos los regimientos aceptan a lo sublevados excepto el de aquí, solo queda esperar a ver que sucede ahora y si vienen o no a por nosotros.

Yo a mis 15 años seguía sin entender la situación, el partido se acabó en ese momento y a todos nos tocó ir a casa, donde en cada una de ellas había nerviosismo y expectación por saber el futuro cercano. Muchos padres de algunos de mis amigos -incluido el mio- se preparaban para enrolarse en el regimiento y luchar por la democracia y libertad, recuerdo que mi padre me dijo que antes de que él se fuera al frente a luchar:

-Durante este tiempo te he enseñado muchas cosas, ha llegado el momento de que las apliques para defender a la familia hasta mi vuelta.

Así fue, como durante un tiempo pretérito había aprendido a usar un arma, un puñal o un cuchillo para matar a un hombre, en este caso enemigo, y ver como en diciembre de 1936 mi padre junto al resto de otros hombres marcharon al frente para ayudar a la democracia y la libertad, entonces llamada república.

La guerra que nos hizo hombres.Where stories live. Discover now