Capítulo 39

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La prepotencia inflando mi pecho se volvía cada vez más vigorosa con el pasar de los minutos

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La prepotencia inflando mi pecho se volvía cada vez más vigorosa con el pasar de los minutos. La imagen de la sonrisa de Allende al escuchar la resolución del juez era una tortura para mi mente, había conseguido lo que ella quería, lo que había prometido optener desde un principio, y mi derrota fue uno de sus logros preferidos.

"Haré lo posible para que la resolución sea muy justa", había dicho con seguridad en nuestro último encuentro.

¿Realmente había sido justo? ¿Sebastián merecía estar preso durante cuatro años? ¿Era una víctima en este caso o formaba parte de los delincuentes? Tenía miedo de que las respuestas sean , pero yo no podía contestarlas, no podía condenar a Sebastián, no podía pensar que era el enemigo de la historia.

El auto de Mecha finalmente se detuvo frente a mi casa, aunque la consideraba totalmente ajena a mí. Nunca me sentí parte de ella, y aunque mi madre insistía en que era muy acogedora, yo no podía adaptarme a su estructura. Abrimos las puertas del coche y Mecha me ayudó a salir para luego colocarme las muletas. Caminamos hasta la entrada de la casa y, tras quitar las llaves del bolsillo de mi campera, me encargué de abrir la puerta.

Aunque pareciese muy fácil, aún no terminaba de asimilar los sucesos; las confesiones de Ester, la aparición de la madre de Sebastián, la resolución del juez, la sonrisa de Jones. Estaba temblando y sabía que necesitaba llorar, desahogarme, pero parecía que me había quedado sin lágrimas ni emociones para expresarme. Me sentía vacía.

—¿Estás bien? —me preguntó Mecha, colocando su mano sobre la mía, la cual reposaba sobre el picaporte.

—¿Crees que funcionará? —me giré hacia ella.

—Creo que, si bajas el picaporte, la puerta sí o sí debe abrirse, a menos que esté rota—respondió con seriedad.

—No—sacudí la cabeza—. Hablo de mi relación con Sebastián.

—¿Pensás que la abogada quiere algo con él? —amplió los ojos.

—Creo que está casada, pero no viene al caso—me impacienté—. Hablaba por los cuatro años que vamos a estar distanciados.

—Claro, qué estúpida—se pasó la mano por la cara—. Bueno, si ambos quieren que funcione y lo visitas los días hábiles, podría decirse que sí funcionará.

—Son cuatro años sentados en dos sillas distintas, mirándonos la cara y contando los días para poder estar juntos como una pareja normal.

—¿Estás buscando razones por las cuales no debería funcionar? —frunció el ceño.

—Qué tonta soy, ¿verdad?

—Creo que necesitas tomar algo y asimilar toda esta mierda con calma—dijo mientras abría la puerta por mí—, ya pensaremos algo para que todo salga mejor de lo que crees.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora