Capítulo 3

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Había perdido dos años de estudio por depresión, caí en un vacío donde mi mente no era capaz de pensar en mucho más que mis problemas, lloré durante años, grité ante pesadillas, deambulé durante noches, intenté reconstruirme, pero esta vez había c...

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Había perdido dos años de estudio por depresión, caí en un vacío donde mi mente no era capaz de pensar en mucho más que mis problemas, lloré durante años, grité ante pesadillas, deambulé durante noches, intenté reconstruirme, pero esta vez había caído en un fondo en el que me sentía incapaz de auxiliarme, ya no podía correr de mi propia tormenta, porque ésta resultó ser más veloz que mis pasos cansados, pesados e inútiles. La oscuridad que me rodeaba se intensificó, ya no estaba cerca de mi madre, de mi abuela, o de un psicólogo, fui presa de un estado que controlaba mis emociones, mis pensamientos, y hasta llegó a controlar mi vida. No pude ir a la universidad como siempre lo soñé, no cumplí metas, viví infiernos tras infiernos, y cuando intenté buscar una luz, mi oscuridad aparecía para despintarla, para volverla un dolor más. Sebastián fue mi luz en un momento, aunque ahora sólo era un recuerdo sufrible.

Llegué hasta el edificio de la universidad y sonreí con lágrimas en los ojos al reconocer que logré escapar de tormentas que me lo impidieron por un largo tiempo. Había llegado al comienzo de un futuro asegurado, soñaba con conseguir abrir una marca de ropa, diseñar mis propios conjuntos, salir en revistas, vestir a famosos, encargarme de las modelos que vestirían mi ropa en las pasarelas. Quería sobrepasar metas que deslumbraba con ansias, y aunque muchos me aseguraban que soñar tan alto me traería decepciones en un futuro, yo sólo reforzaba mis especulaciones para pensar en cómo conseguirlas.

Ingresé a la facultad con el corazón acelerado, ansiosa por empezar, y luego de miles de vueltas fallidas, logré conseguir encontrar mi salón. Ajusté mi mano en el picaporte y empujé hacia adentro la puerta para ingresar, aun no había llegado ningún profesor, y sólo se encontraban algunos chicos y chicas que hablaban entre sí. Recorrí con la mirada el interior de aquel espacio tan amplio y colorido, me fijé en los ventanales de donde ingresaba la luz de la mañana, observé los pupitres, el pizarrón, los maniquís y la cantidad de materiales que ocupaba la sala.

—No seas tan tímida—me reprochó una voz a mis espaldas.

Me giré sonriente y me encontré con una chica bastante alta, con un rodete despeinado hecho con agujas de tejer, una sonrisa particular, ya que tenía las paletas mínimamente separadas, y vestía un vestido verde manzana de lanilla, con unas cancanes amarillos debajo y unas chatitas blancas en los pies.

—Es mi primer día—dije al chocar nuevamente con sus ojos. Había analizado su conjunto disimuladamente, y me sorprendía la manera tan abierta en la que usaba los colores.

—El mío también—se rio—, soy Denis—extendió su mano, la cual tenía las uñas pintadas de blanco y la muñeca cargada de pulseras llenas de pompones.

—Nadia—sonreí, estrechando su mano con la mía.

✖✖✖

Tener nuevas amistades dentro de la facultad nunca estuvo dentro de mis planes universitarios, había perdido un largo tiempo de estudio y solamente quería centrarme en eso mismo, no podía atrasarme por fiestas, salidas o juntadas. Soñaba con conseguir mi título lo más rápido posible y destacar como alumna por notas y comportamiento. Aun así, no podía negarme a la ternura que me proporcionaba Denis, quien ya conocía a Gilda, su mejor amiga en el barrio y su futura socia para los planes que tenían juntas.

Sin Rencor | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora