Etapa VIII: Bajo tierra (Final)

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—¿Cree que aún está viva? —Las palabras de su compañero pasaron desapercibidas a los oídos del inspector Morelli, quien repasaba, por enésima vez aquella tarde, el nuevo hallazgo.

En el estómago del marqués Caruso, la última de las víctimas, encontraron, nuevamente, una campanilla dorada, y en su interior localizaron un nuevo trozo de papel, esta vez con una serie de nueve números. No le costó al inspector comprender que se correspondían con las coordenadas exactas a las que la propia Allegra les estaba dirigiendo.

—Si está enterrada viva, ¿cómo es posible que haya sido ella, inspector?

—Estamos cerca. —Se limitó a contestar.

El inspector Morelli sentía incrementarse el ritmo frenético de sus pulsaciones, a medida que se aproximaban al punto exacto al que debían ir.

Se bajó del vehículo en el momento en el este se detuvo frente a una insondable explanada, cuyo término apenas era posible distinguirse.

—Puede llevarnos días enteros encontrarla, inspector. Es demasiado grande.

—Tiene que haber algo —susurró. Dio unos pasos hacia el interior del terreno, tratando de agudizar su vista en la oscuridad que empezaba a cernirse sobre ellos.

Fue entonces cuando se escuchó, con una claridad perturbadora, el repiqueteo de una campanilla, cuyo eco se perdía entre los kilómetros de tierra que les rodeaban.

—¡Viene de ahí! —gritó el inspector Morelli, indicando a sus hombres que cavasen en el lugar del que provenía el sonido—. Allegra sigue viva.

Sus piernas no eran capaces de soportar el peso de su cuerpo

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Sus piernas no eran capaces de soportar el peso de su cuerpo. El frío heló su piel, magullada y amoratada, apenas cubierta por girones de lo que en su día, fue uno de sus mejores vestidos.

El inspector Morelli ayudó a Allegra a salir de la sepultura a la que, asombrosamente, había conseguido sobrevivir.

—¿Te encuentras bien? —Ella asintió. La mirada compasiva del hombre examinó el rostro de Allegra. A pesar de su evidente languidez, le costaba creer que llevase varias semanas enterrada viva bajo tierra—. ¿Sabes quién te ha hecho esto?

Se llevó las manos al pecho, palpando con sus yemas las cicatrices que le recordarían de por vida lo sucedido.

—Fueron cuatro —consiguió decir, casi en un susurro.

—Lo sabemos, Allegra. Los hemos encontrado... muertos. —El semblante de la mujer se tornó en una expresión que al inspector le costó descifrar. Pareció vislumbrar una sonrisa dibujarse entre sus comisuras.


Al otro lado de la ciudad, Roxanne, regente del burdel «La signora della notte», limpiaba los rastros de sangre de uno de los vestidos que había utilizado para suplantar a Allegra, y asesinar a los autores de su desgracia. Escuchó acercarse un vehículo a su puerta, y los pasos de una mujer aproximándose al burdel.

Tan solo le bastó a Allegra observar el rostro triunfante de Roxanne, para comprender que su urdido plan había salido tal y como planearon desde que su amiga encontró su cuerpo malherido bajo tierra tres semanas antes. Entre lágrimas se dedicaron una cómplice sonrisa.

Y todo mejoró de pronto, como si nunca hubiese sucedido.



N/A: Y esta macabra historia llega a su fin. Gracias de corazón a los que habéis permanecido a pie de folio apoyando a Allegra en su urdido plan de venganza.

He conseguido llegar a la final del concurso, pronto conoceremos a los ganadores.

Ojalá la hayáis disfrutado. Estoy deseando saber vuestra opinión sobre el final.

¡Os deseo que paséis unas felices fiestas!


La dama de la nocheWhere stories live. Discover now