Libreta de dibujos

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WOW, HA PASADO UN TIEMPO. Cuando la vida estaba empezando a tomar camino y permitirme escribir, Doña Pandemia salvaje ha aparecido y quiere combatir. Honestamente pensé que mi cuenta de Wattpad había desaparecido por todo lo que se decía que iba a ocurrir en la página, y honestamente ni siquiera sé si cambiaron las cosas o no, si no lo veo no es ilegal, así que seguiremos adelante (?).

Perdí también los borradores que tenía de esta historia, eso es bueno y a la vez malo porque me da la oportunidad de arreglar cosas que antes no me convencían, pero perdí alguna que otra idea que podría haber funcionado bien. Pero en vistas generales, todo está como recuerdo y quiero que esté, así que es hora de ponerse a trabajar (?)

El mundo parece conspirar contra mi historia, pero me he agarrado a ella con uñas y dientes hace tiempo, y aunque me tarde otros años en publicar la siguiente parte, lo haré. Lamento mucho que hayan esperado tanto, y les agradezco que estén leyendo esta historia aún. Sin más dilación...


Kenneth tenía un pasatiempo secreto. 

Bajo esa desagradable avaricia se escondía el dibujo y hacer collages. No era un experto, y sus obras distaban mucho de ser vendidas alguna vez por una suma importante de dinero, pero era divertido a su modo de ver, y le servía para bajar el estrés y tomarse un respiro de su trabajo cuando todo se iba de sus manos.

Y claro está, para alguien que busca tesoros siempre es importante hacer mapas.

- Que dolor... -refunfuñó, aún tendido en el suelo de piedra frente al templo. Tricia lo había dejado ahí, adolorido y golpeado, mientras hacía algún ritual de... algo.

Sí, de eso que hacen las "Incas no oficialmente Incas en sus templos Incas con cosas Incas". Sabía que esa muchacha tenía un nombre, y Tweek en más de una ocasión se lo repitió, pero a Kenny eso le importaba un huevo de pato viudo. Para él, todo el que no fuera parte del grupo de expedición era un Inca y ya.

Y nada podía cambiarle de opinión... ¿no?

Buscó en su bolsillo la libreta que usaba para dibujar y revisó sus dibujos. Las hojas estaban llenas de números y letras, que se correspondían con otras hojas en distinto orden. Cuando se las diera a Gustavo, este uniría los números correspondientes y podría formar un mapa bastante más ordenado junto al cartógrafo.

Mientras estaba tirado en el suelo, pensando una vez más en lo satisfactorio que sería hacerse con el oro, vio a un grupo de niños empezando a agruparse junto a un árbol a más o menos cuatro metros de donde él estaba. Los niños lo miraban con curiosidad, murmuraban y lo señalaban. Sonrió. Los niños siempre eran tan francos y honestos que dolía.

Se puso de pie ignorando un poco el dolor que sentía de la patada y fue hacia ellos. Inmediatamente los niños retrocedieron unos pocos pasos, escondiéndose tras el que parecía  ser el mayor, quien infló pecho y se cruzó de brazos para hacerse ver más grande de lo que era. Kenny aguantó la risa.

Sin prestarle mucha atención, como si no fuera con ellos la cosa, se apoyó en el árbol y les mostró una moneda de oro. Empezó a moverla de una mano a la otra, ante la atenta mirada de los niños. Cada vez más rápido, de una mano a la otra. De repente, se detuvo, mostrando sus manos cerradas a los niños.

-A ver, adivina, ¿dónde está la moneda?

Esperaba que al menos los niños entendiesen lo que él quería decirles. Y funcionó. El niño que estaba al frente señaló con mucha seguridad la mano derecha. Kenny la abrió, pero la moneda no estaba. Kenny les mostró la mano izquierda, y la moneda estaba ahí. Los niños empezaron a hablar en su idioma y se acercaron un poco más a él.

En lo profundo de la SelvaWhere stories live. Discover now