Una civilización... ¿extinta?

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Tweek no dejaba de hacerse todo tipo de preguntas mientras viajaban por la selva. Poco tiempo después de que sus ojos fueran vendados, su mente se llenó de paranoias relacionadas a los distintos métodos de tortura que la civilización incaica daba a sus víctimas. Mas las paranoias murieron enseguida cuando a su mente llegó una duda:

¿Cómo era posible que aún existiera esa civilización?

Según le habían informado, la civilización incaica se había extinguido hacía unos 200 años en el pasado. Estaban extintos. No habían descendientes en ninguna parte. Los pocos que quedaron fueron esclavizados, asesinados o algo peor. ¿Entonces qué hacían ahí? Es más, ni siquiera estaban geográficamente en un lugar donde sus comunidades poblaran regularmente.

Sí, había alguna que otra ruina de algún que otro templo o asentamiento, pero nada que representara la presencia de un Inca con todas las letras. Esa civilización había muerto a manos de Pizarro, se habían encargado de matar a su líder y lanzar todos los recuerdos de esa civilización en un museo.

Pero ahí estaba él.

No podía verlo por la venda en sus ojos, pero a su lado iba un Inca. Una persona que no debería existir, que debería estar extinta desde hace 200 años, estaba a su lado y lo llevaba pacientemente de la mano a quién sabe dónde. Esto tenía que ser un sueño. Probablemente estaba muriendo y su cerebro lo hacía alucinar.

El dolor de tropezar y darse de cara contra el suelo, enlodándose la cara, le dijo claramente que esto no era un sueño. El Inca lo ayudó a levantarse, murmurando palabras que Tweek suponía eran de disculpas en su idioma. El rubio se sentía como un niño cuando alguien, no estaba seguro de si el Inca o algún guerrero, limpiaba su rostro.

A sus oídos llegó el estruendo de una catarata. El Inca entonces afirmó mejor su agarre en la cintura de Tweek y apuraron el paso. Los remanentes y salpicaduras de la catarata lograron empapar al grupo, pero no les impidió seguir su viaje. ¿Estaban en una cueva? El camino se volvió un poco más accidentado a partir de éste punto.

Habían muchos desniveles y Craig tenía que ayudar a Tweek en cada paso. Por comodidad, y viendo que ya estaban por llegar, le quitaron la venda de los ojos. En el camino se cruzaron con varios guerreros más. Al final del enorme túnel rocoso, había una luz muy tenue. Por alguna razón Tweek se puso muy ansioso. Algo le hizo estremecerse cuando llegaron al tramo final.

Desvió la vista hacia el Inca, y éste tenía una gran sonrisa en el rostro.

Cuando por fin salieron de ese túnel, el rubio vio la extensión de tierra a sus pies. Rodeados por altas paredes rocosas, un gran valle llegaba casi hasta donde alcanzaba la vista. Chozas de piedra se veían perfectamente alineadas a lo largo y ancho del valle, los únicos lugares huecos eran campos de plantaciones y animales de granja.

Una calle principal se bifurcaba para llegar a todas las pequeñas casas de esa ciudad en medio de la nada, la gente iba de un lado a otro charlando entre ellos y los niños se veían jugando cerca de una extensión del río que más atrás desembocaba en una catarata. El Inca sacó a Tweek del shock para llevarlo del brazo a unas escaleras.

No eran naturales, era obvio que los incas habían cincelado el camino para hacer escaleras que facilitaran el descenso o ascenso hacia la salida de ese valle escondido. Cuando la gente los vio llegar al principio eran todo sonrisas, pero tan pronto vieron al rubio sus caras se vieron aterradas y algunos hasta huyeron hacia sus casas.

La incomodidad llenó el ambiente anteriormente alegre de esa ciudad.

Tweek pudo comprobar lo que hasta ahora no quería aceptar. Esa gente, esa pequeña ciudad, eran parte de la civilización incaica. De alguna forma, por algún casual del destino, un grupo de ellos sobrevivió y ahora estaban ahí. A pesar de no sentirse para nada bienvenido en ese lugar, y de que la gente lo mirara como si fuera un monstruo, estaba feliz de haber encontrado tal tesoro.

En lo profundo de la SelvaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz