El precio de confiar

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Ni yo puedo creer que vaya a actualizar tan rápido, pero la vida ha sido buena conmigo ésta vez así que aquí va. Solo les digo que mi erotismo o fanservice tiene tanta gracia como lamer piedras. Solo eso. Advertidos están (?).

El camino hacia el "pequeño Imperio del Inca" fue accidentado. Estuvieron fácilmente cuatro horas dando vueltas por la selva hasta que los oídos de Tweek le indicaron el camino correcto. Quizás era un muchacho nervioso y adicto al café con licor, pero sus oídos nunca le fallaban si se encontraba atento. 

Cuando estuvieron cerca de las cataratas, Craig, quien se había quedado dormido desde hacía un rato, despertó apenas para poder murmurar algo en su idioma y hacer gestos con las manos hacia el interior de la caída de agua. Tweek y Kenny avanzaron, yendo el más bajo primero pues a él quizás lo reconocerían de la última vez.

Llegando ya a la salida de la cueva, pudo ver a dos guerreros incaicos a la distancia. Obviamente el recibimiento no fue el mejor. Uno de los guerreros salió corriendo a avisar a Tricia de la llegada de Craig, pero el otro les impidió el paso a como diera lugar, apuntándolos con su lanza. Kenny se quejó, pues Craig no era muy liviano a su ver y ya estaba pesando.

No pasó mucho tiempo antes de que Tricia, acompañada por una comitiva de guardias, hiciera acto de presencia. Si las miradas mataran, tanto Tweek como Kenny estarían ya muy bien enterrados. Pero lo importante ahora era tener a salvo a Craig y ver qué era lo que había pasado. Y si era algo grave, ella misma los decapitaría y les arrancaría el corazón.

Tricia se vio acompañada de algunos guardias que se llevaron a Craig hacia el templo. Abajo, en la calle, Kenny miraba a su alrededor completamente impresionado de la ciudad que se habían montado los civiles en ese gigantesco cráter. Quizás, solo quizás, debería dejar de subestimarlos un poco para no decirles indios...

O tal vez no.

- Willac Umu tiene órdenes. -les avisó uno de los lanceros que los esperaba en la entrada al templo.- Ella sabe que el muchacho Tweek es de confianza, pero no sabe del otro foráneo.

- ¿Y quién de ellos es Tweek? Todos estos hombres lucen iguales a mis ojos.

- Pues... -ante la pregunta, el muchacho se alzó de hombros, confundido.- No puedo asegurarlo. Por lo pronto, a confinamiento con esos dos.

Tweek distinguió que en dos ocasiones dijeron su nombre, pero no sabía si era una buena o mala señal. Las puntas de lanzas en sus espaldas les indicaron que empezaran a caminar. Tweek ahora recorría una calle en paralelo a la que recorrió cuando fue a la vivienda de Craig, e iba hasta mucho más atrás del templo.

Los metieron en lo que para los ciudadanos incaicos debía ser una prisión, con barrotes hechos de palos de madera. Dos hombres se quedaron de pie a cada lado de la entrada para montar guardia. Y visto lo visto, ahora solo quedaba esperar. Kenny se sentó apoyando la espalda en la pared de la cueva mientras Tweek seguía de pie, esperando pacientemente.

- Oye, no va a pasarle nada. He vivido miles de resacas, y la primera siempre es la peor.

- No es tan fácil, Kenny. -reprochó el rubio, genuinamente preocupado.- Su cuerpo no debe estar acostumbrado a éstas cosas. ¿Y si...? ¿Y si llega a pasarle algo muy malo? ¿Y si llegase a...?

- Tranquilo, cálmate. -Kenny no parecía preocupado en absoluto.- Mira, siéntate ahí y bebe un poco de tu café especial. Con suerte, caerás ebrio antes de que vuelvan.

- ¡No voy a beber nada! -de su bolsillo sacó la petaca con su mezcla especial de café y licor de chocolate.- ¡Esto justamente fue lo que me causó problemas! Yo... no debí haberlo traído. O debí explicárselo. Si se lo hubiera explicado...

En lo profundo de la SelvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora