Epílogo

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Me miro una última vez al espejo y suelto un suspiro. La chica que ahora se encuentra de pie frente a mí, es una muy distinta a la de hace dos años atrás. No solo por mi cabello, que ahora va a la altura de mis hombros, ni por la forma de vestir. Es diferente en todos los sentidos. La chica del espejo ahora es más fría, más realista. La chica del espejo no sigue viendo siempre lo bueno en todo y la vida le ha enseñado que no es malo desconfiar. La chica del espejo, sigo siendo yo, pero en una versión más moderna, una versión más difícil de derrumbar.

Acomodo mí vestido una última vez y por primera vez, sonrió. Es una sonrisa triste y algo rota, pero una sonrisa al fin. Generalmente soy una persona alegre, pero hoy es diferente.

Hoy se cumplen dos años y para ir a visitarla, he decidido usar el vestido que ella misma me regaló. Me queda diferente a la primera vez que lo usé, pero me sigue entrando.

Acomodo los mechones de mi cabello una última vez y me encamino hacia la puerta principal. En el camino tomo mis llaves, mi móvil, las flores y finalmente salgo. Afuera, el día luce nublado, como si estuviese por llover en cualquier momento. Al parecer el cielo también está triste.

No puedo creer que este día me siga pareciendo tan agobiante como el último aniversario.

Cuando voy saliendo, veo el auto de Leticia estacionado frente a la casa de Lucas y vuelvo a sonreír por segunda vez en el día.

Al parecer, luego de que se conocieran, ese día en el pueblo, e intercambiáramos números, la relación entre mis dos mejores amigos se trasladó a los mensajes, hasta que hace un año y medio atrás, decidieron formalizar. Al principio me sentí traicionada. Mis propios amigos me habían estado ocultando algo tan importante como eso, pero luego los comprendí. Cuando pensaban contármelo, justo ocurrió todo el estallido de mis líos y claramente no estaba en mi mejor momento, además, me encantó verlos juntos y rápidamente me olvidé de mi enojo.

Con respecto a mi relación con Dante, solo puedo decir que lo nuestro no pudo ser.

Luego de que él saliera del hospital, intentó hacer que las cosas entre nosotros marcharan sobre ruedas, pero simplemente no pudimos. Yo estaba distinta. Sentía cosas por él y no podía negarlas, pero estar haciendo la vida de novia perfecta no iba conmigo en ese momento. Tenía diecinueve años y acababa de vivir algo que jamás le desearía a nadie. Éramos perfectos juntos, pero simplemente no era nuestro tiempo.

Ahora seguimos siendo amigos, eso no pudo cambiarlo nada, pero, según me contó Lucas, el rubio se ha empezado a ver con una compañera de la empresa en la que trabaja, aunque aun no me la ha presentado. Me alegra que esté rehaciendo su vida. Se lo merece.

Me monto al pequeño automóvil, que me pude comprar gracias a mi nuevo empleo como secretaria en una compañía de celulares, y me dirijo hacia el lugar que me obligo a visitar solo una vez al año.

El cementerio.

Aparco frente a las rejas y luego empiezo a caminar por el camino de gravilla. El silencio de lugar es solo interrumpido por el sonido de mis pasos y el de mi respiración. Nada más.

Cuando llego frente a su lapida, me cuesta mantenerme a raya, pero lo logro. Dejo las flores sobre el cemento blanco, retirando las que ya están secas y me siento a un costado, sin decir nada. Solo pienso. Pienso en nuestra amistad, en cómo empezó todo, y también en como terminó, hasta que las imágenes de ese día vuelven a mi mente y tengo que cerrar los ojos con fuerza para desviar mis pensamientos a otro momento.

Luego de que la policía iniciara las investigaciones correspondientes, nos enteramos que Iván y Miranda eran dos asesinos. Al parecer, los padres de la pelirroja habían muerto en medio de un robo. Así fue que ella e Iván, al ver que la justicia no movía, decidieron hacerla por mano propia. Ambos fueron culpables de los asesinatos de Mario Castelar y Hugo Díaz, los asesino del robo.

Tu pasado, mi tormento|✔Where stories live. Discover now