Capitulo 2

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Dedicado a sheilalavidaesasi

Mudarse nunca es fácil.

Dejar todo atrás puede parecer una excelente idea cuanto se actúa por impulso, pero cuando se piensa en frio, la historia es otra. Familiares, vecinos, amigos, lugares que guardan miles de recuerdos de la infancia. Todo se va viendo cada vez más pequeño desde el espejo retrovisor, pero es necesario sacrificar algunas cosas para poder avanzar. No se puede tener todo en la vida.

Mientras preparaba las maletas, en ningún momento pude dejar de pensar en si estaba haciendo lo correcto o no, pero entonces me recordaba los diecinueve años perdido o las palabras de la abuela y cualquier rastro de duda desaparecía

<Ve, que la ciudad es linda>

Eso espero…

El taxi se detiene frente a la casa que a partir de ahora formará parte de mi pasado y el chofer sube los tres bolsos al baúl. Me despido una última vez de mi abuela y luego de mi tía Beatriz y mi tío Joaquín.

-Los echaré de menos- digo mientras tomo la mochila que contiene el dinero ahorrado de la florería, la documentación, llaves de mi futuro hogar y algunas otras cosas insignificantes, pero que siempre son mejores tener a mano. La cuelgo en uno de mis hombros y subo al taxi. Bajo la ventanilla y los saludos mientras el auto empieza a moverse.

-¡Adiós!-

-¡Llama seguido o si no me veré en la obligación de ir a verte!- grita Beatriz y yo rio.

-¡Entonces no lo haré!- respondo y luego ya estoy muy lejos para decir algo mas o escucharlos. Según mi tío, son dos horas y media de viaje y ya puedo sentir como me empiezo a descomponer. Soy de esas personas que no están muy acostumbradas a los viajes largo y cuando los hago, mi estomago no lo soporta. Antes de salir mi abuela me dio una pastilla que supuestamente me ayudaría, pero creo que no está funcionando muy bien. En un último intento por dirigir mis pensamientos lo más alejado del viaje que me espera por delante, conecto los auriculares a mi móvil y le doy play. La primera canción que llena mis oídos en “Destino o casualidad” de Melendi. No soy mucho de las canciones románticas, pero esta parece ser la excepción.

Tengo la sien apoyada en el cristal, el cual está empañado por mi respiración y me entretengo haciendo dibujos abstractos en el. En mi defensa, estoy demasiado aburrida. Ya cambie de posición una mil veces y miré la hora unas mil mas, solo para saber que aun me espera una hora de viaje. Al menos mi estomago ya no está revuelto.

-Y ¿Tiene hijos?- en lo que va del viaje, fueron dos las veces en la que intente entablar una conversación con el chofer y en ambas se limito a contestarme con monosílabos:

<-¿Es largo el viaje?-

-Si->

<-¿Hace mucho que es taxista?-

-Sí->

La tercera tiene que ser la vencida…

-Sí, tres, Lucas, Rocío y Romina- dice en tono neutro y yo sonrío.

-¿Romina? ¡Tenemos el mismo nombre!- digo y entonces, por primera vez a lo largo de esta ultima hora y media, sonríe. Una sonrisa pequeña, pero que cuenta como tal.

-Entonces tienes el mejor nombre- dice con un toque de diversión y yo sonrío.

-Lo sé, lo sé- digo con fingida arrogancia -¿Qué edad tiene los pequeños?- pregunto en un intento por continuar con la conversación.

-Lucas tiene dieciocho, Rocío quince y Romina diez- dice sin despegar la mirada de la carretera.

Bien, no eran tas pequeño.

Tu pasado, mi tormento|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora