Capítulo 12

68 2 0
                                    


- ¿Qué es esto? - dijo Zafiro aún con lágrimas en los ojos y sin intender lo que le estaba pasando.

- Tengo una idea. ¿Te importaría venir con nosotros? - propuso Lucas.

Ella lo sopesó un momento. Hace un momento se sentía superior e inalcanzable, pero ahora se sentía aplastada y diminuta. Ya no sabía qué era verdad y qué no. Para ella todo era una gran nube gris en un cielo pequeño. "¿Qué otra opción tengo?", pensó para sí. La verdad es que solo podía confiar en ellos y esperar no haberse equivocado. Así, aceptó ir con ellos.


Todos fueron en una camioneta que tenía alquilada Lucas, dijo que la había encargado para ir con ellos, sus amigos al campo para alejarse de todo lo ocurrido. 

- Aunque ahora, debido a todo lo que está pasando, tendremos que esperar. - les comunicó mientras conducía. 

Como tardaban mucho en llegar a su destino, Zafiro se quedó dormida y su cabeza cayó en el hombro de Eric, lo que provocó las lágrimas de este al desear tanto que las cosas volvieran a la normalidad. ¿Por qué aquellas personas le hacían eso a ella? Tenían que ayudarla.  Quería verla sonreír de nuevo.

Cuando la noche ya estaba dormida en el cielo, llegaron a una casa de piedra, muy grande, parecida a una mansión. En la puerta no había ningún nombre ni número, como si se tratase de una casa abandonada, lo cual era un error.

- Lucas, ¿dónde estamos?

- Os lo explicaré todo ahora. Venid.

- ¿Despierto a Zafiro?

- No. Será mejor decírselo mañana. Ahora es tarde. Intentad que no se despierte.

Eric la cogió en brazos con suavidad y ella, en su sueño, sonrió. Él sopesó la opción de que estuviera soñando con él, que esa sonrisa fuera para él, mas no podía pensar ahora en ello. No en aquella situación.

En la entrada los recibió una mujer de unos cuarenta años, no muy alta, con el pelo cobrizo. Tiene una sonrisa alegre, pero sus ojos transmitían una inmensa tristeza como si todavía le atormentara algún recuerdo no exteriorizado tan doloroso que la devorara por dentro.

- Oh, mi Lucas. ¡Cuánto tiempo sin verte! Ya te echaba de menos. - por primera vez dirigió su mirada a sus acompañantes. - Oh, pero si traes a tus ami... - de repente, la expresión de su rostros se tornó de sorpresa y miedo, igual que si hubiera visto a un fantasma. - Ella... ell... es... - dijo con la mirada puesta en Zafiro.

- Te lo explicaré todo ahora. Eric, por favor, lleva a Zafiro arriba. Ágata te indicará dónde.

Los tres subieron arriba y en cuanto bajaron, vieron a los demás invitados sentados, excepto Lucas que se encontraba de pie con una mirada seria.

- Sentaos, por favor. Tengo algo importante que contaros.



De un momento a otro, desperté y vi como un rayo de luz se colaba por la ventana. Sentía que era la primera vez que dormía en años, me sentía bien, mas, recordé que ayer no estaba en mi casa. Aquella no era mi habitación. ¿Dónde estaba? Todavía tenía la ropa de ayer, pero estaba dentro de una cama alta de matrimonio. Toda decorada con tonos rosa, violeta y alguna pincelada de celeste. Al rededor había un montón de libros en estanterías con vidrieras. La lámpara que colgaba del techo era una estrella. A pesar del buen aspecto inicial, uno podía darse cuenta que aquella habitación no había sido usada en años.


Me acerqué a la primera estantería de libros, casi todos eran literatura infantil-juvenil, pero hubo uno que llamó mi atención: El principito. ¿Lo habría leído? Ni siquiera podía recordar aquello. Instintivamente lo cogí; había una dedicatoria dentro: "Para Zafiro, para que nunca olvides de sentir con el corazón. Mamá." Me cayó el libro de las manos. Bajé corriendo las escaleras y vi a todos sentados en el sofá, sentados, supuse que esperándome. Tenían una cara horrible, como si, al contrario que a mí, esta hubiera sido la peor noche de su vida.

No dije nada, no abrí la boca. No sabía qué decir. Todos me miraban sin articular sonido. Me sentía cohibida.

- Zafiro, siéntate.  - me indicó el chico que se encontraba de pie.

Me senté, sin embargo, antes de que alguno pudiera decir algo, intervine - Creo que estaría bien presentarnos antes,¿no?

- Sigues sin acordarte, ¿verdad? - dijo una chica de cabellos rubios. - Al menos estás volviendo a ser tú.

- ¿A qué te refieres? - pregunté curiosa.

Antes de que alguno pudiera responder, me llamaron al teléfono móvil y lo cogí sabiendo que se trataba de Alan.

- ¿Alan? Ah, sí. Me quedé dormida. ¿Dónde? - en ese momento uno de los chicos que estaba sentado vino hacia mí, me cogió el móvil y colgó. - Oye, ¿por qué haces eso?

- Esto es importante, por favor. No cojas el teléfono. - dijo mirándome fijamente. Sus ojos eran hermosos, no obstante, me transmitían una mezcla de dolor, temor y dolor. Parecía que de todos los presentes, él había tenido la peor noche.

- Eric, siéntate. Dame el teléfono. - le dijo el que estaba de pie. Cogió mi teléfono y se lo guardó en el bolsillo.

- ¿Qué es eso de lo que queréis hablar? - sin esperarlo, una ráfaga de calor llegó a mi; no le di importancia. Últimamente me había encontrado mal así que supuse que debía se porque había cogido un catarro y todavía no debía estar curado del todo.

- Bueno, primero nos presentaremos, como antes nos pediste.

Uno a uno se fue presentando pero no pude concentrarme en cada nombre puesto que todo me daba vueltas.

- Hola, yo soy Ágata. - me tendió la mano y yo se la di, mas me observaba con sumo detenimiento. - ¿Te encuentras bien?

- ¿Eh?

- Pareces estar sudando bastante. Hoy no es un día realmente caluroso.

- Oh, no, estoy bien. 

- Te traeré un vaso de agua. - dijo mientras salía de la estancia.

- No se moleste. - ella no me iba a hacer caso.

Siendo sincera, no estaba bien. Tenía mucha calor y todo me daba vueltas, mas,seguro que no era nada. Debe ser a todo lo que estoy sintiendo estos días.

Mientras esperaban a Ágata decidí preguntarles por la dedicatoria que había encontrado.

- Arriba encontré un libro con una dedicatoria. Era de mi madre, o eso creo. En cuanto lo leí...lo sentí muy mío. Mas, ¿por qué estaba aquí? - hubo un minuto de silencio y sopesé la pregunta que tantas ganas tenía de hacer desde que había leído aquella nota. Había bajado corriendo para ello pero al final había callado. Tenía que preguntar. Debía saberlo. -  ¿Acaso ella es mi madre? 

En ese momento llegó Ágata. Había escuchado mi pregunta, no obstante, no se había alterado. Con una sonrisa me tendió el vaso de agua. - Aquí tienes. - dudé si cogerlo o no.

- ¿Eres mi madre? 

- No, cielo... pero es como si lo fuera. - dijo mientras me acariciaba la mejilla. Aquel contacto me hizo feliz. En aquel instante su sonrisa desapareció y frunció el ceño con preocupación mientras ponía su mano en mi frente. - Estás ardiendo. Bebe.

Fue entonces cuando cogí el vaso y bebí su contenido con una sed insaciable. Yo no sentía la sed, pero al parecer necesitaba más. Así que le pregunté a Ágata si podía traerme más. Al final me trajo una botella de un litro  y, de un golpe, bebí la mitad. Aún así, seguí encontrándome mal y sedienta. Todos me miraban sorprendidos y preocupados, aunque a la vez extrañados, como si hubiera dicho algo que no debía.

- ¿Mejor? 

No me sentía mejor, pero les sonreí.

Ágata volvió a tocar mi frente. - Sigues caliente. Esto no me gusta. Lucas, tráeme hielo. - este se fue inmediatamente de la estancia. - Zafiro, acuéstate.

- No,por favor, de verdad que estoy bien.

- Yo no lo creo.

- Insisto, estoy bien. - para demostrarlo me levanté y caminé. - ¿Veis? Estoy... - me desmayé.



Mi primer beso (II)Where stories live. Discover now