ACEPTACIÓN

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No se está lo suficientemente roto si puedes tejer un pensamiento coherente en la telaraña mental que nubla tu razón. Solo si tus ojos arden en llamas y se encogen a más no poder ante la avalancha de lágrimas; solo si tu pecho salta desmedido por sentir; solo si la oscuridad te hela los poros y oscurece tu piel; solo entonces nuestros más profundos temores, nuestra más intensa rabieta e incluso la más efímera gota de dolor, se hacen cargo.

Comienza con el galope de un corazón roto, surge del temblor de tus entrañas que frenéticas, convulsionan a los golpes.

Entonces se sincronizan a ellos los espasmos. Pequeños saltos que te sacuden hasta la médula, y que ni por coño dejan atrás a sus fieles lágrimas. Sí, esas pequeñas traviesas que acarician tus mejillas y te recuerdan al sabor del mar; y es porque ambas cosas, parecen nunca acabar.

¿Y luego qué?

Permanece el abrazador tumulto de dolor en tu pecho, ese jodido amarre que te sostiene como al corsé de una mujer, y como si ya no necesitaras respirar mañana.

Te resistes, demonios que sí. Te aferras al respirar como si guardaras la vida en tus pulmones, pero terminas perdiendo el control y dejándola escapar.

La magia sucede al abrir los ojos y ver que todo ha cambiado, tú has cambiado.

Aprendes a vivir con la sensación y dejas el lastre de un luto que no parecía acabar.

Aceptas el dolor como parte de ti y se hace más ligero al no luchar contra él.

Es entonces cuando te das cuenta que el odio en tu sangre, la tristeza en tu corazón y la ruptura de tu alma han dejado de doler.

Y eso, eso es malditamente glorioso.

Como canta el corazónWhere stories live. Discover now