OJOS MIEL

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Llegaste a mí con la gentileza de una estrella fugaz encendiendo mis ojos al conectar con los tuyos,

ahí donde el tiempo transcurría como la espesura de la miel más dulce capturada de forma sublime.

Es difícil creer ser la razón de la forma en la que tus labios rompen la monotonía que impregna el tiempo como la brisa se cuela entre mis dedos.

Es un arte puro exclusivo de las flores como tú, esas que se deslizan pétalo a pétalo con la caricia del tiempo y el cariño del sol;

justo así se define la sonrisa que das, que me das, la misma que guardo con fervor y a la que me aferro en los días nublados.

Discúlpame compararnos con el gato y el ratón, aquellos que rehúyen del otro entre señales sutiles para llamar la atención cuando mueren por gritarse la existencia y abrazarse al hoy,

el mismo que guardan anhelando terminar el juego y caer perdidos el uno por el otro;

lamento no encontrar metáfora suficiente entre tú y yo, pero me quedo corto por largo rato bajo el efecto de tu presencia,

la misma que diriges hacia mí en el momento menos esperado.

Te volviste la razón de mis despistes en clase cuando perdía la noción de una charla de fondo que solo me conducía a ti.

Te mantuve presa en mi memoria durante un verano que se escurrió demasiado pronto de mis dedos cuando moría por escucharte hasta la primavera.

Te agazapaste frente a mí y me tuviste, pero nunca logramos concretar lo que de mis labios jamás pude emular.

Una verdad que floreció como las chispas de un petardo y arrasó el presente.

Fue como bailar al precipicio borracho.

Supe que caería salvo que me diste alas y me dejaste volar.

Lejos de ti.

Ahora no hago más que recordarte antes que el tiempo termine de barrer tus ojos de mi memoria, porque te esfumaste muy pronto y no diste oportunidad a terminar la estación.

Solo deseo que, aunque lejos de mí, encuentres otro verano en el que puedas refugiarte hasta la primavera y en donde los inviernos no enfríen el fuego de tu mirada.

Como canta el corazónWhere stories live. Discover now