XXXVII. Almas

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No bastaron más que unos segundos para que la chica reaccionara y abriera sus labios para murmurar unas palabras que no fui capaz de escuchar

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No bastaron más que unos segundos para que la chica reaccionara y abriera sus labios para murmurar unas palabras que no fui capaz de escuchar. En seguida llegaron unos guardias que me sujetaron por los brazos y me instaron a acompañarles, metiéndome en uno de los ascensores que poseían.

Me mantuve en silencio sin oponer resistencia, si lo hiciera no parecería Elodie. Tenía que mantenerme fría, como si supiera lo que iba a suceder y tuviera todo calculado. El ascensor no tardó en avisar de que habíamos llegado a la planta que habían pulsado y me arrastraron hasta un rincón para inyectarme algo en el brazo. Lo último que pude escuchar antes de dormirme fue que se asegurarían de que decía la verdad.

 Lo último que pude escuchar antes de dormirme fue que se asegurarían de que decía la verdad

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Cuando me desperté, vi que estaba tirada sobre un suelo frío y maloliente. A mi alrededor había barrotes metálicos que no me permitirían escapar y ya no tenía conmigo la mochila, aunque contábamos con ello.

Escuché unos pasos que se acercaban hasta donde estaba, así que me aproximé hasta la pared y cogí la jeringuilla que tenía guardada para esconderla a mi espalda, por si era necesario usarla.

De entre las sombras apareció una chica rubia y de ojos turquesa, muy parecidos a los de Víctor, que me miraba con curiosidad y extrañeza. Abrió la puerta para meterse en la celda que estaba y pulsó un botón que hizo chirriar algo que había a nuestro alrededor, parecía una cámara oculta.

—¿Quién eres? —preguntó mirándome de arriba abajo.

—Eres Elya, ¿verdad? —Afirmé ignorando su pregunta—. La hija del líder de Greenforce.

—Sí, pero no me has contestado.

Suspiré. No la conocía en nada pero había algo en su mirada que me decía que podía confiar en ella, que no era como su padre.

—Me llamo Aledis y sé varias cosas de ti. Creo que ambas nos necesitamos para conseguir nuestros objetivos y si has apagado esa cámara y estás aquí sin hacerme daño es porque en el fondo lo sabes —me sinceré.

Sus ojos me recorrieron de un lado para otro en décimas de segundo y arrugó la nariz, como si pensara que responderme.

—No tengo mucho tiempo, así que vas a tener que explicarte con rapidez. Mi padre no tardará en querer saber quién eres, está esperando a esa Elodie que fingías ser.

Ardor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora