XIX. La peor decisión

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Regresamos a casa de Zyan haciendo un parón en la misma casa que estuvimos el día anterior, esta vez sin acercarnos tanto

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Regresamos a casa de Zyan haciendo un parón en la misma casa que estuvimos el día anterior, esta vez sin acercarnos tanto. No era tonta y me parecía extraño que cuando más se le intensificaba el dolor era cuando nos besábamos o tocábamos, así que preferí poner distancia y alejarme un poco de él. Lo malo era que Zyan tampoco era tonto y no me lo ponía fácil, en constantes ocasiones intentaba acercarse y, al ver que le rechazaba, me preguntaba si había hecho algo mal o si me pasaba algo porque me notaba rara.

Suspiré, el camino de regreso se me había hecho eterno a causa de esa distancia prudencial que decidí tomar por su bien, me costaba mucho tratar de evitarle. Así que cuando llegamos y pude encerrarme en la que era mi habitación, me sentí algo más aliviada.

Decidí esperar unos minutos para cerciorarme de que Zyan se iba a dormir y podía abordar a Myah sin miedo a que nos encontrara y nos interrumpiera, él era muy reacio a hablar de ese tema con ella y tratarlo, seguramente por miedo a lo que podría ser. Pero yo no me podía quedar tranquila y dejar los días pasar sin asegurarme de que no era nada grave y se le pasaría pronto.

Con cuidado, abrí la puerta de la habitación y asomé la cabeza para asegurarme de que no había nadie rondando. Al ver que estaba todo oscuro, caminé por el pasillo tanteando todo con mis manos hasta llegar a la habitación que pertenecía a Myah.

Intenté no hacer mucho ruido y golpeé la puerta un par de veces para avisarla de mi llegada. Al entrar observé que estaba terminando de ponerse un pijama azul rayado y al girarse y verme, se irguió, manteniendo una mirada impasible y neutral.

—No tienes que fingir delante de mí, Myah. Sé lo que eres.

—¿Y qué soy, según tú? —preguntó mirándome fijamente, arrastrando las palabras.

—Una ginoide creada por Marte, el padre de Zyan. Hasta donde sé fue para protegerle.

—¿Y qué quieres? —preguntó, esta vez sin esconder su irritabilidad.

—Estoy preocupada, por Zyan —respondí sentándome en su mullida cama—. Cada vez que se acerca a mí le duele la cabeza o se desmaya. No...no entiendo que le pasa. Me da miedo.

El rostro de Myah fue cambiando en décimas de segundo, pasando por un enorme enfado hasta una expresión preocupada, elevando las cejas y mordiéndose el labio inferior.

—Joder...tenías que llegar tú y cagarla por completo. Qué asco, de verdad ¿Por qué no vuelves a tu planeta, alienígena?

Cerré los puños enfadada al escuchar la rabia con la que escupía la última palabra, haciendo chirriar sus dientes, logrando que su voz sonara todavía más estridente.

—Mira... —comencé a decir exhalando todo el aire que tenía almacenado en los pulmones—. Si tienes algún problema conmigo te lo guardas y te lo tragas con esa garganta artificial que escondes. Yo no pedí acabar aquí, pero llegué y me preocupa Zyan, mucho —dije enfatizando la última palabra—. Así que hazme el favor y dime que tiene y qué tengo que hacer para poder ayudarle.

Ardor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora