VII. Oscuridad

3.2K 437 76
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Inspeccioné el paisaje por la ventana. Parecía que ya era tarde, pues el cielo, el cual había aprendido que aquí era de color azul, había terminado por adquirir un tono anaranjado. Me quedé completamente absorta observando como el sol comenzaba a esconderse tras las montañas y creaba sombras alargadas sobre la naturaleza del lugar.

De repente sentí una sensación de malestar, como si mi entorno comenzara a ponerse borroso. Ya me había pasado al terminar aquí, pero de una manera más intensa. Parpadeé varias veces para ver si se me pasaba pero seguía igual. Retrocedí unos pasos y me sujeté al cabecero de la cama, tratando de estabilizarme.

—Aledis.

Escuché de fondo la voz de Zyan llamándome pero no tenía fuerzas suficientes para responder. Las piernas me flaquearon y no me quedó más remedio que sentarme en la cama.

—Aledis —repitió en un tono más alto.

Abrí la boca para responder pero la cerré de golpe, empezaba a ver a Zyan difuso y el fondo comenzaba a volverse oscuro.

Abrí la boca para responder pero la cerré de golpe, empezaba a ver a Zyan difuso y el fondo comenzaba a volverse oscuro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Qué ha pasado? —pregunté al ver a Myah y a Zyan a mi lado, observándome.

Traté de incorporarme pero mi cuerpo no colaboró, parecía que en el interior llevaba miles de piedras que no me dejaban levantarme, pesaban demasiado. Hice una mueca de dolor y Myah no tardó en hacerme un gesto para que me quedara quieta mientras ordenaba a Zyan dirigirse a la cocina para traer agua.

—Estás deshidratada, querida. Y seguramente hambrienta, además de cansada.

—¿Por qué le mandas traer agua? —formulé con la voz apagada.

Observé al chico acercarse de nuevo a nuestro lado con un recipiente transparente en la mano, en cuyo interior estaba ese líquido que tanto captaba mi interés, me recordaba al ardor. Parecía que no era malo, pues no me había pasado nada el tiempo que llevaba en este mundo pero todo seguía pareciéndome muy extraño, había demasiadas cosas que se me escapaban de entre las manos.

Al levantar mi vista hacia el rostro de él, me fijé que seguía mirándome fijamente, sin expresión aparente. Arrugué la frente, ¿cómo lo hacía? No sabía si esa mirada era buena o mala, no me proporcionaba ninguna pista sobre qué podía estar pensando o sintiendo en estos momentos. Aun así, tenía que admitir que sus ojos me atraían, tenía una fuerza desconocida que me hacía observarle y abstraerme del mundo. El movimiento de sus párpados y la longitud de sus pestañas generaban una atracción, me resultaba muy complicado mirar hacia otro lado, era frustrante.

Ardor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora