XVII. Descontrol

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Abrí los ojos y salí de la cama cuando las barreras de cristal del control onírico se quitaron

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Abrí los ojos y salí de la cama cuando las barreras de cristal del control onírico se quitaron. El día anterior había programado despertarme temprano para poder hablar a solas con Myah, así Zyan no podría impedírmelo.

Al avanzar por el pasillo escuché voces. Por desgracia, parecía que había llegado tarde, así que no me quedó más remedio que resignarme e ir hacia la cocina, donde se encontraba Myah hablando con Zyan, el cual parecía que se había recuperado.

Preparé el desayuno en silencio, escuchando las anécdotas que él le contaba a Myah sobre su trabajo, mientras ella escuchaba atentamente. De soslayo, la observé. Físicamente nadie se daría cuenta de que se trataba de un robot. Su tez era perfecta, clara y delicada como la de cualquier otro humano; sus ojos marrones resaltaban gracias a sus largas pestañas y los cristales de sus gafas de pasta negra y su pelo oscuro brillaba cuando le daba la luz solar proveniente del gran ventanal que había instalado en una pared de la cocina. El padre de Zyan había realizado un buen trabajo.

Pero, por dentro, se notaba que algo iba mal en ella. Su voz, a pesar de pasar bastante desapercibida, tenía un ligero toque estridente y arrastraba las palabras más de la cuenta, como si le costara pronunciarlas. Además, algunas veces parpadeaba más de la cuenta y otras podía pasarse minutos enteros sin hacer un solo movimiento.

Eran rasgos pequeños, insignificantes a simple vista pero que, fijándose, podían delatarla y traer consigo bastantes problemas. Me llamaba la atención que parecía tener una edad parecida a la nuestra, aunque, a decir verdad, no sabía si las ginoides como ella crecían y cumplían años o se mantenían estáticas en una edad determinada. De ser así, sería otro fallo para añadir a la lista.

Pensativa, llevé el botecito del desayuno a la mesa y fui dándole pequeños sorbos mientras contemplaba a Zyan. Parecía que se había recuperado a la perfección, no se le veía cansado y hablaba sin parar a pesar de no mostrar ningún signo de ilusión y alegría aparente en su rostro. Aun así, durante el tiempo que llevaba a su lado había avanzado a pasos agigantados, pues había pasado de ser completamente frío a, durante un breve periodo de tiempo, poder sentir y expresarse sin complicaciones, lo que hacía que me fuera enamorando de él. Amaba el sonido de su risa, sus ojos achinados cuando algo le hacía feliz y el brillo de sus ojos cuando hablaba acerca de algo que le fascinaba o algún recuerdo bonito del pasado. Lo malo, que eran momentos fugaces. No sabías cuando iban a aparecer y, al poco de tenerlos, se marchaban, quedándose con un profundo dolor.

Lo más extraño era que esos momentos solo se producían estando conmigo, nunca había presenciado a Zyan mostrando sus emociones delante de Myah, ni siquiera de forma inconsciente.

—¿Y cuál es tu plan para hoy? —escuché decir a Myah mientras miraba en mi dirección.

—El mismo de todos los días —repliqué con aburrimiento—. Solo salí dos días de esta casa y fue porque iban a venir los de Greenforce. Me encantaría ver más cosas, siento que me pierdo muchísima información.

Ardor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora