VI. Nuevas experiencias

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Entré en el baño que Myah me había indicado

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Entré en el baño que Myah me había indicado. Sabía que había una estancia que servía para adecentarte, pero en mi planeta solo la tenían los habitantes de la zona alta, y solo pude disfrutarla cuando residía en el Infatels. Allí, el baño era una especie de habitáculo pequeño con baldosas calientes y paredes con agujeros insignificantes al ojo humano con los que, si activabas un botón, desprendían vapor y, dependiendo de la intensidad con la que pulsabas, salía un vapor caliente o ardiendo.

Sin embargo, al abrir la puerta de la casa de Zyan, me encontré con un espacio bien distinto. Era un lugar amplio, con un suelo de cristal brillante y reluciente, muebles de colores claros y un majestuoso e impresionante rectángulo que ella denominó bañera. Parecía que mi vista se había detenido y no podía concentrarse en admirar nada más, ese objeto llamado bañera había captado toda mi atención. La luz proveniente del exterior entraba a esta sala desde la pequeña ventana que se encontraba a lo alto, haciéndola brillar.

Escuché las indicaciones de Myah sobre lo que tenía la bañera y los botones que podía tocar, además de una larga tela con un tacto suave que ella identificó como toalla. Asentí con la cabeza tratando de asimilar todo en mi mente y cerré la puerta con delicadeza. Aún no estaba acostumbrada a mi nuevo cuerpo y me daba vergüenza que me observara. Sobre todo me preocupaba encontrarme con Zyan y que me viera tan expuesta, tan visible con un cuerpo que no terminaba de reconocer como mío. Un pequeño cristal ovalado llamado espejo reflejaba lo que parecía ser mi persona, mi cuerpo, pero no era yo. No me sentía identificada.

Me despojé de las ropas que me había puesto Myah cuando seguramente mi cuerpo cambió y se adaptó a este nuevo mundo, y entré en la bañera. Con rapidez, cerré las puertas correderas que la rodeaban para generar intimidad y contemplé los botones que había expuestos en una de las paredes. Traté de recordar sus indicaciones y repasé los colores que ella me había presentado, señalándolos con el dedo.

El color rojo, el naranja y el negro los tenía dominados, pues había asimilado los conceptos desde bien pequeña, eran los colores que predominaban en mi planeta. El rojo servía para ir subiendo la temperatura del líquido transparente que aprendí que era agua, ese líquido que se había extinguido donde vivía hacía ya muchos siglos. Descubrí que el color que envolvía los muebles del baño era uno llamado crema, y el botón de ese color servía para que el agua en vez de llenar la bañera en sentido horizontal, cayera sobre mí en vertical, como si fuera...lluvia.

Sentí un pinchazo agudo en mi cabeza, seguramente exhausta de tanto concepto y conocimiento. Aun así estaba ávida por saber. Había tantas cosas nuevas por descubrir, tanta belleza por apreciar, que no me importaba explotarla al máximo para absorber todos los estímulos que había a mi alrededor.

Finalmente, después de pulsar los botones con los que empezaría a experimentar, me tumbé y dejé que el agua hiciera su trabajo con mi magullado cuerpo, relajándolo a un nivel que hasta ahora creía desconocido. Estaba disfrutando como nunca, uno de los botones había hecho que un tipo de música contemporáneo, que ni siquiera sabía que existía, resonara por el espacio y, por primera vez en tantos años, me dieran ganas de cantar. Eso me hacía recordar mi época en el Infatels, era una novata en todo. Había descubierto un montón de cosas, tecnología que en las otras zonas no había, como los reproductores de música instrumental y los baños. Las personas de las otras zonas teníamos una cortina opaca a nuestro alrededor que no nos permitía disfrutar de las buenas cosas, no teníamos permitido ser felices y eso me dolía.

Ardor (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora