—Izuku, ustedes necesitan silencio absoluto, así que acabo de cambiar de planes. —respondió la mayor, notando como su pequeño hijo comenzaba a palidecer.

—Ay dios mío... —susurró con su voz temblorosa llevando una de sus manos que sudaba frío a su frente. —Un segundo, un segundo. —susurró nuevamente, mientras corría como un rayo por las escaleras hacia su habitación.

Había desaparecido demasiado rápido del lugar.

Como una liebre en apuros, pensaban.

Katsuki suspiró y regresó al sofá, mientras esperaba a Izuku hacer quién sabe qué en su habitación.

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—Definitivamente no puedo permitir que Katsuki-sensei vea este desorden. —susurró un infartante Izuku entrando con rapidez a su habitación.

Desorden que era para él unas cuantas hojas sobre su cama, un paño de sacudir sobre su escritorio y unos calcetines doblados en su mesita de noche.

Una vez había ordenado todo el "desorden" que tenía, comenzó a analizar su material de estudio. —Debería acomodar todos los libros de matemáticas de manera ascendente. —murmuró con su mano en el mentón observando aquellos libros en su estantería. —Pero Katsuki-sensei me está esperando... —agregó nervioso. — ¡No debería hacerlo esperar más de la cuenta! —chilló con sus ojos húmedos debido a la presión. — ¡Agh esto es tan frustrante! ¡Mamá por qué tienes que cambiar de planes en el último momento!

Izuku era muy organizado y planificador. Y cuando alguno de sus planes era cambiado de esta manera la ansiedad le invadía rápidamente y colapsaba bastante fácil.

— ¡YA CÁLMATE! —exclamó pegandose unas cachetadas fuertemente en sus mejillas.
Entonces suspiró de manera calmada para intentar bajar el nivel de ansiedad que tenía en aquellos momentos.
—Es hora. —dijo decidido abriendo la puerta para bajar las escaleras.

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— ¿¡Entonces dices que Mitsuki-chan está viviendo en la ciudad!? —exclamó Inko  contentísima, mientras comía de las galletas que había dejado en un recipiente para ofrecerle a Bakugou.

—Hace medio año que regresó. —respondió Bakugou comiendo puñados de galletas. —Estas galletas están presentables.

—Ah, si te gustaron, ¿eh? Para que Katsuki diga algo así debe significar que están deliciosas.
—dijo Inko, sonriente. —Mi dulce niño es muy bueno para preparar galletas.

— ¿¡Hah!? —exclamó, con la boca abierta aún con galletas. —Demonios, pensé que eran de alguna pastelería. —agregó sorprendido.

—Vaya vaya, ¿tan deliciosas están? —habló con gracia.

—Bueno, estan comestibles... supongo. —murmuró desviando la mirada.

— ¡Jajaja! Ay por favor, no has cambiado nada, Katsuki-kun. —sonrió mientras sacaba su teléfono. —Dame el número de tu madre.

Katsuki ignoró el comentario de Inko y procedió a darle el número comiendo sin cesar esas deliciosas galletas de mantequilla con forma de dinosaurios.

Demonios, sí que tiene buena mano ese jodido mocoso.

—S-sensei, puede pasar... —habló Izuku tímidamente, bajando suavemente por las escaleras.

¡Ah! Katsuki-sensei ¦Katsudeku¦ Where stories live. Discover now