Otoño;

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17 de Noviembre 2018

''Aquel era uno de esos momentos en los que parecía detenerse el tiempo, y solo podía escuchar a lo lejos las pisadas de otras personas, la caída de las hojas de tonalidades marrones y amarillentas que tornaban el suelo como una especie de capa aterciopelada, y el constante repiqueteo de la lluvia sobre la hierba que comenzaba a humedecerse.

Y a su sombra estaba yo, en aquella ciudad que tanto había llegado a odiar, sentado en uno de los múltiples bancos que adornaban el parque en el que nos encontrabamos, un parque que estaba lleno de sus recuerdos (en los que yo era a penas un intruso al que el protagonista contaba los hechos por encima), pero la diferencia estaba en que en aquel instante el roce con su mano parecía desterrar los demonios y dudas que amenazaban con ceñirse sobre mí de un momento a otro.

Era como uno de esos caballeros de cuento, que a su abrigo parecía arroparme y yo, me sentía como una niña que solo necesitaba de su protección (cosa que hasta ahora no hubiera reconocido ni en el mejor de los sueños de aquellas personas que quisieron tenerme para sí). Por un momento me sentí como una especie de ricitos de oro que acabara de encontrar una casita en medio del bosque en la que pasar la noche, alejada del mal de alrededor, arropada por su propio puerto seguro. Siempre me había bastado por mí sola para pasar por las peores situaciones, pero por algún extraño motivo, él parecía querer estar ahí para cuidar de mí de alguna forma (no como mi ángel, que solo hacía acto de presencia cuando más se le necesitaba y de modo aleatorio) sino que su estancia era permanente, como si quisiera ser la única persona que extendiera su brazo para evitar que te des de bruces con la realidad, para evitar el daño lo máximo posible.

A la vez me sentía pequeño, como una gota de agua en el medio del océano comparado con él. Se supone que yo, como ángel caído que era, debía de imponer cierto respeto, pero en ese momento era tan ofensivo como un cordero al que fueran a asesinar.

Me reí al instante por mi propia comparativa: mi risa hacía mucho tiempo que estaba rota y teñida de sarcasmo, pues en mi interior no quedaba nada a parte de mis retorcidas y constantes metáforas que dotaban de cruel teatralidad el ambiente, como en una obra en la que se sabía desde el primer acto que todos los personajes tendrían su final. Y sin embargo allí me encontraba, haciendo Dios sabía qué ( muy probablemente porque la propia divinidad me la tenía jurada por mi osadía), fingiendo que aún quedaba algo de humanidad en mi cuerpo de ser semidivino.

¿o acaso aún había en mí una parte escondida del ser humano que fui?

Desde luego en aquella situación todo parecía menos silencioso que de costumbre ( me había acostumbrado a que los sonidos de la ciudad y del resto de seres humanos fueran poco menos que un acompañamiento vacío a mi pentagrama sin notas). Podía oír con claridad su respiración y escuchar los latidos de su corazón, aún vivo, aún humano.

Sentí una punzada de ira recorrerme, ojalá los del mío tuvieran razones para latir.

[ me detengo un momento y suspiro resignado]

Quizá las tenían.

Ese hecho era aún más aterrador. Me estremezco y abrazo a mi acompañante de modo instintivo, él me corresponde y siento su caricia como algo cercano, algo cálido en el frío de mi ser y lo maldigo con todas mis fuerzas: definitivamente odiaba que fuera tan cercano.

Podía ver perfectamente a través de él su alma pura y dispuesta a hacer lo que sea por ayudar a la gente de su alrededor, y un escalofrío me recorre la columna: posiblemente su misma amabilidad fuera el motivo de su perdición.

Dolía siquiera imaginármelo como un ser parecido a mí: cansado de existir, cansado de perder las razones por las cuales existir. Y por una vez era yo quien quería frenar eso con todas mis fuerzas, gritarle que cesara de ser como era y advertirle de las consecuencias.

Bocetos;Where stories live. Discover now