Capítulo Cuarenta y nueve

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Capítulo Cuarenta y nueve

Viterbo, Italia

08 de octubre, 2005

Jamás, nunca, jamás y realmente nunca, se había sentido tan preocupada y desesperada como lo había sido en aquella semana. Si fuera posible ya no le quedaba ni labios ni uñas de tanto morderlos, por suerte como había estado encargada de la vigilancia de la casona había podido sobrevivir distrayéndose un poco en ello y en el entrenamiento de los nuevos soldados. Pero incluso con todo lo que debía hacer, con las molestias de la mamma santissima y con un requerimiento de Provenzano porque fuera a hablar con él, no se había movido de la casona Felivene esperando a hablar con Biago, lo necesitaba, pero había pasado una semana y estaba claro que el hombre la había ignorado y pasado de ella en más de una oportunidad, aunque detestaba aceptarlo, nunca antes se había sentido de esa forma por alguien como para tener la necesidad desesperada por rogarle a que le hablara.

Hacía solo unos minutos la habían mandado a llamar para que asistiera a la sala de reuniones, lo que significaba que Biago ya estaba listo para tomar las riendas nuevamente de la familia y no solo eso, darle un nuevo giro a un abanico de decisiones futuras. Sabía que eso podría acarrear que la echaran de la familia, pero incluso si esa era la decisión de él, la aceptaría, había cumplido con salvarlos de sus enemigos inmediatos como habían sido los Vitelo, y aunque si se iba, se alejaba o la echaban no podría cumplir la promesa que le había hecho a Flavio, sabía que debía respetar la palabra de Biago y tendría cuidarlos a la distancia como había estado haciendo.

Respiró, profunda y largamente, encaminándose a la sala y hasta que vio a toda la familia reunida volvió a respirar, sintiendo todo su cuerpo temblar al verlo sentado, ahí en medio de todos, conversando y sonriendo como si nada hubiera pasado, como si el año que habían estado separados no hubiera ocurrido, como si el atentado, la batalla, la muerte no hubieran estado ahí. Se sintió fuera de lugar después de mucho tiempo, sabía que habían cambiado las cosas, y había decidido mantenerse ahí por fidelidad a quienes le habían dado un hogar, pero luego de todo lo que había ocurrido, ¿la familia Felivene era realmente el lugar que le correspondía? ¿Y si tal vez y solo tal vez, la 'Ndrangheta era donde debía estar?

—Ven a sentarte —habló Basilio a la cabeza de la mesa indicando la silla vacía a su izquierda, la misma que estaba al lado derecho de Biago, quien sorpresivamente le dio una sonrisa sincera.

Avanzó lentamente y con un poco de desconfianza, sabía que debía volver a su seriedad antes de volverse loca y salir corriendo como una niña, pero es que al lado de Biago le era inevitable no sentirse a veces tan vulnerable. ¿Qué tenía ese hombre que la volvía tan diferente? Terminó por suspirar, sí, ya estaba bastante jodida y él era solo un detalle más.

Frente suyo estaba Roger con una libreta en mano representando al consigliere de la familia, a su derecha estaba Franco con una confianza y una sonrisa que le quedaba bastante bien, haciéndolo ver hasta más joven. A su lado su futura esposa, Vita parecía tan tranquila y sonriente observando a Franco, que era hasta difícil creer que podría mentir sobre su enamoramiento. Al otro lado de la mesa, frente a Vita estaba la Señora Fiore y luego a su lado derecho el recuento continuaba con Biago y Rubí, observó los espacios vacíos más allá, antes eran los lugares de los caporegime, tal vez unos capodecina, o incluso algún aliado de Camorra, a cambio solo quedaban ellos, en quienes sabía que podían confiar fielmente.

Sintió el vacío que había dejado Flavio, observando donde alguna vez había sido su lugar, pero prefirió no mencionarlo, notando que seguramente todos ya habrían enviado algún suspiro por él, y además Basilio ya había abierto la sesión de la reunión.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora