Capítulo Quince

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Capítulo quince.

Viterbo, Italia.

09 de mayo, 2003

Nada de lo que había presenciado tenía sentido para Rubén. ¿Ver al Don luchar contra Rubí? Ilógico. ¿Ver a Rubí siendo respetuosa con el Don? Improbable. No le sorprendía que la muchacha hubiera ganado la pequeña rencilla en la sala de reuniones, lo que más lo sorprendía había sido el cómo había acabado todo. Los espectadores no dijeron nada, mucho menos preguntaron y luego de que el Don diera por finalizada la conversación con Rubí se les había demandado a los tres que no dijeran ninguna palabra de lo ocurrido, nadie debía enterarse de que Don Basilio había peleado contra una mujer y finalmente había cedido ante su petición, cualquiera fuera. Y eso, lamentablemente, es lo que lo tenía incluso más impactado sobre el tema, nadie, absolutamente nadie a los que él había recurrido para entender la situación sabía exactamente lo que ocurría, incluso la misma Rubí se mantuvo callada sobre la situación fingiendo que nada había sucedido y que solo debía olvidarlo. No tenía sentido y lo único que provocada el silencio era un levantamiento de rumores que obligaban a todos a mantener los ojos sobre la nueva integrante no oficial de la organización.

La desconfianza era todo lo que podía comprender su cerebro. Rubí había llegado a la familia muy repentinamente para su gusto, al mismo tiempo había obtenido un reconocimiento implícito de la mayoría con un estatus que ni él, que llevaba incluso más tiempo, había podido conseguir. No tenía sentido, mucho menos cuando se decía que la chica no tenía memoria, pero de todas formas la catalogaban como una asesina de alto rango, bueno, tampoco había que quitarle merito, él mismo había visto sus habilidades y la pelinegra sí tenía todas las pericias para ser lo que decían de ella, el problema era que seguía pareciéndole inverosímil el hecho de que con tan poco tiempo y tan poca información pudieran tener tantas consideraciones con una persona y peor aún con una mujer que parecía tener más poder que cualquiera que llevaba más tiempo.

De acuerdo, lo sabía, ella era buena, demasiado para su gusto, pero después del ataque a su Don no podía continuar teniendo el mismo pensamiento hacia una mujer que conocía hace algunos meses.

Mientras terminaba de alistar el auto para dirigir a la susodicha a Palermo se cuestionaba seriamente los extraños remolinos de emociones que había estado viviendo junto a ella, había tenido la mala suerte de haber sido seleccionado para estar de un lado a otro junto a Rubí y en un principio no había parecido descabellado, solo lo había considerado irrelevante teniendo en cuenta que se sentía capaz de controlar a una mujer con tales características, pero ya que habían recibido la nueva orden de trasladarla a la casona de Provenzano y luego volver a Viterbo dejándola sola en el lugar todo lo que alguna vez había pensado sobre su título por encima de Rubí se había ido al infierno, claramente había algo más, la muchacha estaba siendo considerada más que cualquier otro y lo que era peor, es que dentro de su mente la idea de dejarla sola no solo era descabellada por no conocer sobre ella, sino que no quería aceptar que eso significaba alejarse de quien en poco tiempo había tomado una gran relevancia en su vida.

No tenía sentido, nada tenía un puto sentido.

—Aunque refriegues con más fuerza, el vidrio no se hará más transparente —dijo una voz por detrás.

Se giró sabiendo completamente que la pequeña china estaría ahí con esa sonrisita burlesca y su mirada oscura que pocas veces mostraba alguna emoción genuina.

—¿Ya estás lista? —preguntó intentando ignorar el hecho de cómo le hacía sentir su presencia.

—No, no quiero irme sin ver a ojos azules —reclamó sentándose en el inicio de las escalinatas que llevaban al ingreso de la mansión.

Rubí // Killer I: La Joya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora