Parte I

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(8) Baby girl, you're so fine
So, so fine, you blow my mind
Look at you, coochie coo
Juicy, tushy, gushy, goo
Boobie one, boobie two
Bouncing like a Looney Tune
Booty boomin', cookie juice
Gushing out your coochie, boo
You're so cute like Pikachu
Ain't no one so sweet like you
I whistle then you sneak into
My lonely heart like peek-a-boo
Now every time I think of you not by my side I dry my eyes
I just wanna sing lullabies
To my little butterfly (8)

La música sonaba en los auriculares sobre mis orejas podía ver con los ojos cerrados la oscuridad de la noche en la pequeña casa rodante que estaba unida al viejo coche rosado.

Veinte años recién cumplidos, había comprado la pequeña casa con el dinero que me habían dado para mi cumpleaños una planta y media, por decirlo de alguna forma, en la primera planta se encontraban una sala de estar, comedor, cocina, y un pequeño baño con todo lo necesario, todo el espacio no sobrepasaba los quince metros cuadrados, una escalera junto al refrigerador permitía tener varios cajones de almacenamiento que llevaban a un diminuto dormitorio donde estaba la cama king size, una mesita de noche y un televisor empotrado a la pared, un hogar perfecto para una mujer errante y sin mayores responsabilidades, ni más ambiciones.

Dejé que mis pies descalzos cayeran por el borde de la cama hacia la primera planta estirando mi mano para tomar las manzanas secas de la bolsa y masticar tranquilamente.

Era viernes por la noche, y me encontraba sin compromisos, la música se detuvo anunciando el típico tono de llamada de la marca de la manzana, observé la pantalla leyendo el nombre, resoplé ignorándola para dar paso nuevamente a la música que sonó por un par de segundos antes de que llamaran nuevamente.

– Ah mierda – Ignoré una vez más sentándome en la cama para observar la pequeña ventana cubierta por un visillo de encaje junto a la puerta.

Las luces del automóvil estacionándose iluminaron mi hogar a oscuras.

La llamada volvió a entrar.

Contesté.

– Sé que estás en casa – Escuché su voz del otro lado del teléfono y de mi puerta – esta cabaña es tan minúscula que puedo escucharte respirar ahí dentro.

Me descolgué por el borde de la escalera abriendo la puerta roja para encontrarlo apoyado en las molduras de esta, con una gabardina de color mostaza por sobre sus rodillas envueltas en Jeans negros, una camisa leñadora de color azul, converse rojas sostenían todo su cuerpo, era un hombre alto de un metro ochenta y cinco centímetros, quince centímetros más alto que yo, bajó sus azules ojos hasta mi ofreciéndome una sonrisa torcida con un cigarrillo entre el dedo índice y medio.

– No trabajo los fines de semana.

– Lo sé – Escupió el humo dando un paso para entrar, dejé mi mano en su pecho para detenerlo.

– No fumamos dentro de la casa .

Le dio una última calada y lo lanzó a la tierra para apagarlo con las zapatillas. Entró, cerrando tras de sí la puerta observando el interior.

– No sé cómo no te vuelves loca en este maldito lugar – Se sentó en la poltrona frente a la pequeña mesa de comedor con dos sillas.

– Es una casa para una persona, para dos máximo – le guiñé el ojo sonriendo – ¿Quieres algo?

– ¿Tienes whisky?

– No.

– Es viernes por la noche Mirina, deberías divertirte un poco.

– Mi jefe es un perro que puede venir a buscarme en cualquier maldito momento – Se rió levantándose para quitarse la gabardina, mientras encendí el hervidor eléctrico.

It was always about Thomas [{Completa}]Where stories live. Discover now