Prólogo. La madre de todos

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Este es el SEGUNDO LIBRO de la saga "el canto de la calavera"

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Este es el SEGUNDO LIBRO de la saga "el canto de la calavera". Por favor, lee primero "los eternos malditos".

Su corazón no había latido en siglos, pero aun en el trance en que se encontraba, no podía dejar de ver. Era su don y su maldición.

Sus ojos ciegos habían visto caer a los licántropos y a sus engendros arrasar Skhädell, llenándola de sangre y violencia. Impotente, los había contemplado esclavizar a los humanos, aquellos que un día fueron.

La razón parpadeó como un fuego a la intemperie, hasta que, sencillamente, se esfumó y la locura emergió de los rincones más angostos de su mente.

Pero aún seguía viendo.

Su alma maldita continuaba ligada a los monstruos que había traído al mundo. Los mismos que la encerraron en esa tumba, sin poder evitar ser testigo de sus atrocidades.

A esas alturas de su existencia, no lamentó verla caer. Cuando el filo de ámbar atravesó su corazón, pulverizándolo en la nada, solo sintió alivio: uno de sus horribles pecados desaparecía de la faz de la tierra. Los músculos secos y agrietados de su mandíbula se tensaron, pero sus labios muertos no lograron formar una sonrisa.

Anghelika se desplomó en el suelo de mármol y su rostro quedó enmarcado por la melena plateada, como un hermoso retrato congelado. La sangre pronto se extendió por su vestido y cayó desde su boca hasta el suelo en densas gotas carmesíes. Entonces, su piel blanca como la porcelana, comenzó a agrietarse cuando las millones de vidas de las que se había alimentado, la abandonaron.

La eternidad de Anghelika Uguarum había terminado.

Había muerto traicionada, presa de su propio odio y venganza. Lo sabía bien, pues había visto cómo su hija lo cosechaba durante siglos. Era lo que merecía, era lo que Skhädell necesitaba: librarse de otro de sus engendros.

Ya solo quedaba uno.

La piel de Ludmila se resquebrajó; al fin sus labios habían conseguido sonreír. Con esa mueca en su rostro, volvió a hundirse en el sopor provocado por el implacable paso del tiempo y la falta de alimento. Tal vez su mente volviera despertar dentro de unos días, tal vez en unos siglos, o en un milenio.

El tiempo había dejado de existir en la tumba de Artiom, por eso, cuando el olor a sangre la despertó de su letargo, no supo cuánto tiempo había pasado desde la muerte de Anghelika. Hacía tanto que no olía sangre...

Sus fosas nasales se abrieron, inspirando profundamente. Intentando identificar su esencia. Animal, le decían sus sentidos. Pero había algo más, algo familiar que conocía más que a sí misma: era la sangre de Artiom.

Su cuerpo esquelético se sobresaltó, como si algo de su interior la hubiera zarandeado. Si se trataba de la sangre del linaje de Artiom, era la única que podía liberarla de su prisión. Sus engendros habían sido crueles al elegir esa llave para su cautiverio y desde entonces se habían esforzado por exterminar a todos los descendientes de su amado para arrebatarle la esperanza, su única compañía.

Ludmila comenzó a despertar, sirviéndose de la poca vida que le restaba. No podía abrir los ojos, pero aún podía sentir la estatua de su hermano bajo sus dedos muertos. En el interior del sarcófago, solo había silencio y un esqueleto putrefacto, eso era todo lo que su amado había dejado atrás.

—¡Se está abriendo! —exclamó la voz de un joven al que pertenecía uno de los cinco corazones que podía escuchar. Sus latidos eran un aleteo acelerado en medio del rugir del viento.

Viento. Hacía tanto tiempo que no lo sentía. El aire había permanecido estancado en el interior del mausoleo. Escuchó su silbido, solo roto por el eco de los pasos de aquellos que profanaban el descanso de Artiom.

—¿Qué es todo eso? —preguntó una mujer.

—Es pelo —contestó una voz aguda y tintineante, la voz de un infante—. Ha estado aquí cerca de un milenio, ¿qué esperabas?

Los pasos se acercaban cada vez más.

—¿Es ella?

—Está casi momificada y cubierta de enredaderas, pero sí, es ella —volvió a hablar la niña.

—No parece gran cosa —intervino una voz áspera de mujer, como la corteza de un árbol o el gruñido de un animal. La sangre que había olido le pertenecía a ella.

—Me gustaría saber cómo estaría uno de los tuyos después de un milenio de encierro —contestó otra mujer cuya voz era como llenarse la boca de frutas afrodisiacas.

—Terminemos con esto —siseó la niña que parecía estar al mando—. Encadenadla.

Ludmila sintió sus sombras cerniéndose sobre ella. Se aferró con más fuerza a la tumba de Artiom que había sido su ancla en ese mundo diminuto y solitario durante siglos y siglos. No iba a dejarlo ir.

—No se suelta —jadeó el único hombre del grupo.

No, no quería soltarse por nada del mundo, pero estaba demasiado débil para oponerse a la fuerza de los vampiros. Sintió los fríos eslabones de las cadenas contra su piel. Cuando la tuvieron inmovilizada, procedieron a arrastrarla fuera.

Había vivido casi toda su existencia prisionera de ese mausoleo, ahora salía de él para seguir siendo prisionera. Como una viuda, la sacaban de su prisión y el largo pelo la seguía como un velo negro.

Debió haber muerto con su hermano y desaparecer junto a él. De ese modo, a lo mejor la locura no hubiera terminado por infectar toda su mente.

¡Su hermano, Artiom! Cada vez estaba más lejos de su cadáver. La iban a apartar de él y no podía hacer nada por evitarlo.

Sus labios, secos como el más árido de los desiertos, se abrieron para dar paso a un grito que rompió la quietud de la Isla de la Media Luna. Reverberó como el chillido histérico de una bestia moribunda.

Al fin Skhädell escuchaba sus lamentos.

¡Aquí tenéis el primer capítulo de "la locura de la bestia" (LDB)! Inicio justo donde terminó LEM: con Elliot, Bruma, Gabriela, Mathilde y Nova a las puertas del mausoleo donde está encerrada Ludmila

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¡Aquí tenéis el primer capítulo de "la locura de la bestia" (LDB)! Inicio justo donde terminó LEM: con Elliot, Bruma, Gabriela, Mathilde y Nova a las puertas del mausoleo donde está encerrada Ludmila. Gracias a la sangre de Bruma, han podido romper el sello de Drago y liberar a su madre.

Como puede verse en este capítulo, Ludmila no está precisamente cuerda. Antes de que la encerraran, ya era una persona bastante desequilibrada, así que los siglos de encierro no han hecho más que agravar su condición.

También quería agradecer a todas las personas que hoy se pasaron por el directo en Instagram. Me ha gustado mucho teneros ahí y espero que hayáis disfrutado con lo que he contado y los planes que tengo para la saga.

¡Bienvenidos de nuevo a SKHÄDELL, espero que sobreviváis a esta tierra de monstruos!

¿Nos vemos el próximo sábado con otro capítulo! Será más largo que esto, lo prometo :)


La locura de la bestia ✔️[el canto de la calavera 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora