44. Nadina

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Johann se quedó congelado junto a la puerta

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Johann se quedó congelado junto a la puerta. Lo miraba como si hubiera visto un fantasma, algo que fuera imposible.

—¿Elliot? —preguntó incrédulo.

—Soy yo. —Fue lo único que se le ocurrió decir y sonó tan estúpido. ¿Acaso no lo reconocía?

—¿Qué haces aquí? —preguntó sin salir de su sorpresa, sin mover nada más aparte de la boca.

—He venido a hablar. ¿Acaso necesita un hijo una excusa para visitar a su padre? —preguntó siempre en ese tono calmado y frío que Johann jamás había visto en él.

El duque permaneció mudo. Elliot caminó hasta el mueble donde sabía que guardaba sus vinos y licores favoritos. Sacó una botella de vino tinto y sirvió dos copas. Tomó una de ellas y estiró el brazo para deslizar la otra por la mesa hacia él.

Ambos le dieron un sorbo. Era delicioso, aunque no tanto como el doshka

—He oído que os habéis aliado con Vasilia —dijo yendo directo al grano.

Johann se puso pálido y su corazón duplicó la velocidad de sus latidos.

—¿Dónde has escuchado eso?

Elliot comprendía su preocupación. Si Svetlïa descubría lo que pretendía hacer, sería despojado de su título y ejecutado. Sabía que era ese miedo lo único que lo perturbaba, no vender a su gente, su nación a Drago el sanguinario.

Disimuló la ira y la decepción y esbozó una sonrisa tranquilizadora:

—Estad tranquilo, padre. Lo sé porque yo también soy su aliado. O sería más acertado decir que aquel a quien sirvo lo es.

—¿De verdad?

—¿De qué otra forma podría saberlo?

El duque mantuvo la compostura, pero no pudo reprimir un suspiro de alivio. Le dio otro sorbo al vino y el color regresó a su rostro y sus latidos se normalizaron.

—¿Y a quién sirves?

—Al zral William Hannelor. Es el sobrino del canciller.

—¿Cómo lo conociste? —preguntó, aún desconfiado.

—Cuando tuve que abandonar Svetlïa debido a... mi accidente, busqué refugio en La Mandíbula. —Decidió omitir todo lo ocurrido en Isley y el papel que su madre tuvo en ello, no quería meterla en problemas—. Allí me enrolé en una tripulación y ascendí hasta captar la atención del zral.

Johann no pudo ocultar su admiración. Estaba claro que jamás hubiera esperado que su hijo, tan delicado y afeminado, tan débil, pudiera prosperar en un nido de piratas.

—No esperaba que pudieras sobrevivir. Creí que la Orden Mirlaj te habría atrapado...

Elliot se apoyó contra una columna y se cruzó de brazos. En esa posición, dejaba ver a Radomis. Su empuñadura de acero titiló bajo la luz de los candelabros.

La locura de la bestia ✔️[el canto de la calavera 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora