El camión de helados.

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La rubia, a tropezones, salió de su cama y con completamente furiosa caminó hacia la sala.

— ¿Quién se piensa qué es? Si yo digo que duermo en ese sillón es que duermo...

—Jajajajajaja —ecos de risa entraban por el pasillo, Jennie apuró aún más su paso—. Jajajajaja —las risas se hacían cercanas.

— ¿Qué están haciendo? —en cuanto entró en la sala, vio a Rosé y a Lisa sentadas en el sofá cama mirando antiguos dibujos animados. Al parecer, era algo que las dos estaban disfrutando al máximo. Mientras la bailarina devoraba su desayuno, la rubia jugaba con uno de los tantos almohadones que tenía a su alrededor cubriéndola.

Cuando escuchó la voz de la morena, Lisa volteó a verla, por supuesto que vino el famoso mirar, torcer, entreabrir la boca y después las palabras.

—Yo... ella... el correcaminos —no sabía para dónde señalar, si hacia Rosé, hacia el televisor o hacia ella misma. Desesperada gesticulaba sin encontrar la forma de explicarle a la morena qué estaba pasando.

—Yo llegué y me puse a mirar la tele, Liz despertó después —explicó Rosé, ayudando a la rubia.

Lisa asintió a la versión de Rosé.

—Eso —agregó, está vez segura.

Jennie caminó hasta la cocina en busca de su café diario.

—Pues será mejor que te olvides de la televisión por el momento porque quiero hablar contigo, no te vas a escapar más de mí, Manoban. ¿Me oyes? Manoban... —insistía—. ¡Dios! ¿Por qué es tan difícil? —volvió a la sala en busca de la rubia. No pensaba posponer la charla, lamentablemente no contaba con el correcaminos.

La morena chocó su pie contra el piso indignada. ¿Por qué todo era más importante para la otra chica que ella? ¿Por qué Lisa no se fijaba en ella como ahora estaba fijándose en como ese estúpido coyote era aplastado una vez más por una enorme roca? Esto se tenía que acabar de inmediato.

Jennie caminó con paso firme, rodeando el sillón y se puso frente al televisor, ambas televidentes torcieron sus cuerpos para poder mirar entre los agujero que Jennie dejaba libre, lo que le dio más rabia a la empresaria y después de un nuevo pisotón en el piso, se dio vuelta dándole la espalda a las otras y apagó el televisor

— ¡OUCH! —algo le había pegado en la cabeza y se dio cuenta que era un almohadón cuando el objeto cayo al lado de sus pies—. ¿QUIÉN FUE? —aunque se dio vuelta con la idea de sacarle a tirones la culpable, lo supo de inmediato porque la rubia miraba a Rosé con el ceño fruncido y su cara se había puesto de la misma forma que la tenía segundos antes de irse contra Jin.

—Fue Liz —Rosé señalaba injustamente a la tatuadora.

La rubia miró el dedo acusador de Rosé y en cuanto se dio cuenta de que la señalaba a ella, miró a Jennie y empezó a agitar su cabeza, negando la acusación.

—No... yo... yo... no fui —lo negaba con énfasis.

Jennie la iba a calmar, pero la divirtió la idea de jugar un poco con ella, después de todo, la rubia la había desobedecido.

— ¿Lisa? Explícame por qué me tiraste un almohadón —le exigió, levantando su ceja.

Lisa seguía agitando su cabeza hasta que la ceja levantada de Jennie la frenó. La rubia enfocó su mirada en esa parte del cuerpo de la morena.

— ¿Cómo haces eso? —le preguntó sin suprimir una sonrisa.

La cara de Jennie se relajó y cambio su estado.

No soy para ti → jenlisaWhere stories live. Discover now