Lisandro.

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Una hora más tarde.


Las tres chicas iban en un taxi de camino a encontrarse con Jin en la puerta del estudio de tatuajes.

—No entiendo por qué tuvimos que tomar un taxi. ¿No te bastó con hacerme mudar a ese nido de ratas; dónde no puedo pegar un ojo porque sé que si me duermo la rarita es capaz de secuestrarme para sacarme la piel y hacerse un tapado? —protestó la surcoreana nuevamente.

Desde que Jennie le había arrebatado de un manotazo las llaves de su auto, la cara de Jisoo no había cambiado. Se subió al taxi, se cruzó de brazos y se encargó de actualizar sus protestas a cada rato.

— ¿Qué tienes contra mí, Jennie? ¿Por qué no me dejas usar mí hermoso coche? —presionó.

Jennie no quería volver a contestar la misma pregunta, no quería que Jisoo la sacara por tercera vez de sus pensamientos. Su mente estaba en el lugar que quería y no quería interrumpirla, así que decidió ignorar a su amiga una vez más.

La empresaria no entendía su cuerpo, no entendía su mente, y no entendía cómo se comportaba cuando Lisa estaba frente a ella. Cuando la chica dormía, ¿qué más hubiera querido Jennie que acostarse a su lado y mirarla sin cansancio? Cuando despertó asustada por el exabrupto de Rosé, Jennie no pudo evitar querer tomarla entre sus brazos y tenerla segura entre ellos hasta que la morena se tranquilizara. Pero, ¿cómo podía hacer eso si la otra chica apenas permitía que estuvieran a unos cuantos pasos de distancia? Jennie seguía haciéndose la misma pregunta; pregunta que la hizo mirar a la otra chica que tenía a su lado: Rosé. Rosé había visto lo mismo que ella, la bailarina también había presenciado la forma en que Lisa llegó a temblar por el simple hecho de que Jennie tuviera las manos en cada uno de sus brazos. A la rubia, evidentemente, la ponía incomoda la presencia de otras personas a su alrededor, y ni hablar de que otra persona se acercara a ella o intentara tocarla. La misma Jennie alcanzó a ver que en cuanto ellas salieron por la puerta del departamento, todo el cuerpo de la otra chica se relajó, y si no hubiese sido porque en ese momento Jisoo había empezado con sus chillidos, la morena hubiera jurado que escuchó a Lisa suspirar.

—Si yo hubiera manejado ya hubiéramos llegado, ¿sabes? —al parecer Jisoo no se callaba—. Si yo hubiera manejado mí coche no tendríamos que ir todas apretujadas en esta mugrienta carcacha y—

—Hazme el favor de callarte, Kim Jisoo —la surcoreana lo había logrado, había logrado que Jennie saliera de sus pensamientos—. ¿Cuántas veces tengo que explicarte que por unos meses hay que tratar de pasar desapercibidas? ¡Contéstame, Jisoo! ¿Cuántas veces tengo que explicarte? —insistió irritada.

La surcoreana cruzó aún más sus brazos; si es que eso era posible.

—Si no me dejaste usar mi Porsche, al menos hubiéramos salido en tu Mercedes —alcanzó a murmurar.

Gracias a Dios que el taxista frenó antes de que Jennie pudiera contestar. La morena pudo divisar a un impaciente Jin de pie.

—Dijeron en una hora —les reclamó el chico en cuanto las tuvo de frente.

—Calma tus bragas, princesita, y no me mires así —lo frenó Jisoo—. Si hubiéramos usado mí—

— ¡YA SABEMOS QUE SI HUBIÉRAMOS USADO TU COCHE HABRÍAMOS LLEGADO ANTES, PERO NO LO HICIMOS, JISOO! YA NOS TIENES CANSADA CON TUS QUEJAS —para sorpresa de los otros tres, Rosé había perdido la paciencia que la caracterizaba.

Las idas y vueltas con la surcoreana no la tenían bien. Después de la fiesta de despedida, se había prometido firmemente que no iba a dejar que Jisoo hiciera y deshiciera cuando ella quisiera, se iba a poner firme en exigir de la surcoreana mucho más de las migajas que recibía. Pero luego la estúpida de Jisoo la tuvo que seguir a su cuarto y bastó con que le susurrara dos o tres cosas lindas para que Rosé dejara que Jisoo la pusiera contra la pared y la hiciera gritar rápidamente su nombre. Las convicciones de la bailarina se habían ido a la mierda junto con la ropa interior de la misma.

No soy para ti → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora