—Podría, pero eso sería revelar nuevas tácticas.

Bastor asintió, sin el atisbo de una sonrisa consumida.

—Bien, entonces elige a un oponente que te represente.

—Justo hoy un viejo amigo decidió acompañarme para mostrarme la escuela—comentó, dándole un vistazo a sus ensimismados estudiantes que, al segundo, no dudaron en soltar murmullos—. Me parece que es el indicado para enfrentar a la niña rubia, aprovechando que ya está aquí.

—Preferiría el término: señorita—interrumpí, juntando las manos. La amenazante mirada que me lanzaron ambos fue suficiente para que las levantara, asintiendo en aceptación—. Bien, bien, niña rubia será...

—Tauren, querido...—dijo en voz alta— ¿nos das el honor?

No iba a girar la cabeza. No iba a girar la cabe...

OTRA. JODIDA. BROMA.

Maldije por lo bajo.

El Dranor dio unos pasos al frente—al parecer oculto entre los seres de tinieblas, inspeccionando todo con sigilo—, ganándose la atención de todos los presentes. Puedo jurar que hasta una de las Driagnas superiores que observaba el entrenamiento desde los montículos y rocas, había suspirado por el chico mágico de cabello plateado que ahora, erguido y con sus encantadores ojos brillando más que nunca, se detuvo frente a todos.

Fue imposible no mirarlo, demasiado atraída a su presencia. Analicé cada trozo de su cuerpo, totalmente cubierto en ropa común, su atención recorriendo cada punto, casi sabiendo que ya iba a temblar. Era una jodida obra de arte bien esculpida y detallada por los Antiguos, pero no lo diría jamás.

Contuve mi necesidad de soltar unas cuantas palabrotas y rogué a los Antiguos que fuesen lo suficientemente considerados conmigo.

Necesitaba café.

Y un pastelillo de fresa, de ser posible.

—Por supuesto—dijo, su voz resonando—. Nada mejor que entrenar a primera hora con una... reflejo. —Solo bastó eso para que la mayoría de Dranors, y la mujer invitada riera a carcajadas. En otra vida, seguramente había sido una prodigiosa modelo, para mí, era simplemente una cacatúa que ahogaría.

Alcé la mirada al cielo esperando una señal para que todo eso acabara, pero no sucedió absolutamente nada. No. No hasta que volví al punto principal de mis problemas y atisbé a Tauren sonriendo con satisfacción. Erguí la espalda, buscando que mi altura se pronunciase aunque él seguía siendo más alto.

—No me digas...—murmuré, clavándole los ojos— ¿te pagaron? He sabido de muchas personas que han estado dispuestas a darme una buena paliza hasta por una jugosa cena. No serías la excepción.

Tauren lanzó una grotesca y aterradora sonrisa.

—A diferencia de ellos, Vega, no necesito una recompensa para hacerlo.

Mierda. Su voz... sí, en ese tono no había nada bueno.

¿Era eso lo que quería? ¿Golpearme hasta sacarme información? Estábamos en una escuela, y la violencia no se permitía, a excepción de la zona de entreno. Sí. Joder. Y es que a fin de cuentas, seguía sin saber qué tanto tenía en sus manos, pero dejarme humillada podría darle ventajas, en especial si abría la boca de repente frente a toda la jodida escuela.

Me quité un mechón de cabello, consciente de los murmullos alrededor, solo eso. La naturaleza, aparentemente, había callado incluso los espirales del aire para escuchar mis próximas caídas e insultos mascullados.

Bastor dio la señal con sus tinieblas y... entonces, ambos dimos inicio al conocido juego de: quién atacará primero y quién se rendirá.

Pasos cruzados y laterales, armando un círculo mientras uno de los dos se decidía a lanzarse hacia el otro. Bien pude haberlo hecho... oh, estaba dispuesta, pero prefería la previa plática, distraerlo, solo eso porque cansar a un Dranor era tan posible como que un reflejo dejara de consumir a un humano sentimental.

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Where stories live. Discover now