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Palabras... palabras... qué bien suenan enredadas.

—Quisiera creer que viniste a esta escuela por mí...—pronunció bajito, con los ojos fijos en mi pecho. Su voz ronca apenas colisionando con el rumor lejano de quienes se alejaban por los pasillos—, pero me estaría engañando, ¿no es así?

Solté una corta risita, imitando perfectamente a los reflejos que solían consumir la felicidad misma hasta enfrascarla por un largo tiempo con tal de usarla solo cuando fuese necesario. Pocas Driagnas permitían que enfrascasen sentimientos o emociones, pero las que solían habitar en Ciudad Sol, eran las que más lo hacían, ocultas bajo mantos para luego vender lo prohibido en medio de la oscuridad.

Muchas de ellas simplemente se guardaban las pociones o ciertos sentimientos bajo su ropaje, algunas jugaban, hasta que los reflejos terminaban tomándolas por un buen tiempo, y otras veces, las Driagnas o Dranor solo deseaban tratos profesionales, con tal de nunca meterse por más de una noche con un reflejo.

Pero nosotros nunca fuimos así y, de hecho, hubo un buen tiempo en el que como reflejos, gozamos. Justo cuando Daxon se apareció en mi vida, escapando, robando, tomando vidas o perfeccionando el arte de seducir, con tal de hacer gemir a cualquiera con solo una mirada, con cualquier roce y palabra. Muchas de las cosas que él sabía, se las había enseñado.

Maldito desagradecido.

—Me conoces bien como para saberlo.

En medio de la noche, la dentadura blanquecina de Daxon logró que fuese lo único visible en aquel pasillo, sin que el mismo Edén notase que había alguien más apresándome. Sus manos me sujetaron a cada lado del mural, encima de mi cabeza, con los candelabros apenas parpadeando bajo el rumor de la música lejana. El calor de su piel me inundó por completo, logrando que nuestros pechos chocasen varias veces antes de mirarnos nuevamente a los ojos.

Casi devorando con su mirada mis labios, Daxon susurró:

—Oh, vamos, amor... siempre hay problemas a donde llegas. —Sus labios rozaron mi lóbulo, detonando sensaciones placenteras dentro de mí que simplemente podía controlar con su buen dominio y facciones cortas—. Dime ¿qué haces aquí?

Dejé que una mirada y carcajada seca saliera de mi boca, mientras veía a las arañas caminar sobre de nosotros. Curiosas. Muy curiosas.

— ¿Piensas detenerme? —sonreí, pasando mis brazos alrededor de su cuello. Era más alto, claro, pero sus labios estaban tan cerca... que cualquiera habría pensado que estaba a punto de morderlos—. Nunca te lució el papel de policía, Daxon.

Sin esperar que respondiera, lo empujé lo suficiente, dispuesta a darle la espalda y seguir mi camino. A mí cálida y vacía cama. Abrí y cerré sus manos conteniendo el calor. Algo mayor a lo que yo o cualquier otro ser sobrenatural en el mundo de tinieblas representaba. La calidez que ese reflejo alguna vez me pudo proporcionar, ahora no era más que un recuerdo lejano, una distracción que no necesitaba.

Había tenido suficiente por una noche sin siquiera disfrutar del todo mi comida, en especial, gracias a él y todo su acto de chico malo. Por querer marcar territorio.

No obstante, Daxon me hizo detenerme a mitad del camino, con una sonrisa colgando de sus labios húmedos y las cadenas brillando en su cuello. Dos platinadas, una de ellas, con un frasco pequeño colgando.

—No decías lo mismo cuando te esposaba y gritabas mi nombre.

Observé a Edén desde la lejanía, revisando cada recóndito y profundo espacio de ese piso y, elevando una plegaría para mantener la cordura, empujé levemente al reflejo. Si él llegaba a decir una sola palabra sobre que nos conocíamos...

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Where stories live. Discover now