𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐨.

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— ¡Oye mamá, por vigésima vez, voy a llegar tarde! — Exclamé desde el sillón, mirando mi reloj de mi muñeca. — ¡Trata de dejarme en la fiesta antes de que mi cuerpo se convierta en un maldito cadáver! — rodé los ojos y resoplé con desgano, haciendo volar levemente mi flequillo.

¿Por qué tarda tanto esta mujer? Por Dios, estas jugando con mi paciencia madre.

Me levanté del sillón cuando la vi bajar las escaleras a paso apresurado; acomodé mi falda de mi disfraz de bruja. Si, llámenme señorita originalidad, lo siento pero lamentablemente mi estúpido cerebro no tiene suficiente almacenamiento para administrar aunque sea una triste chispa de creatividad. Que patética...

— Por vigésima vez... — dijo mi madre, repitiendo y entonando de la misma manera que hice yo cuando me dirigí hacia ella. — ... espera un momento. ¿Piensas que me he olvidado de la fiesta de Hoseok? — sonrió a medida que organizaba algunas cosas de la casa. — Me has taladrado la cabeza toda la semana con su fiesta, así que es imposible no recordarlo. — mi dirigió una mirada mordaz, haciéndome soltar una pequeña risita.

Pues si, no le voy a negar eso, estos últimos días estuve tan emocionada, tal como una pequeña niña; no podía permitir que mi felicidad se quede resguardada dentro mío, mi cuerpo no era capaz y suficiente de retenerla por mucho tiempo.

— Taehyung, cariño, ¿podrías terminar de empacar mientras alcanzo a HyoJoo a la fiesta? — Canturreó con esa voz finita y aguda que me pone tan histérica. No obstante, esa era una de las tantas técnicas que usaba mi madre para que mi padre la consienta.

Si, mi madre tiende a tener un instinto controlador y caprichoso, pero únicamente por objetivos saludables y buenos para el fin de nuestra familia. Después de todo, mi madre también era consentidora y me mima mucho.

Pero tampoco nos olvidemos a mi padre, él también guarda sus truquillos bajo la manga. Kim Taehyung a veces es gobernado, pero también sabe gobernar. Es tan inoportuno, y eso lo hace un padre increíble.

— Claro, princesa, yo me haré cargo de esto, no te preocupes. — mientras bajaba de las escaleras, sufría como un desgraciado al tener consigo unas pesadas maletas repleta de nuestras cosas. Una vez sus pies tocaron la alfombra del suelo, las dejó caer estruendosamente, y luego de recuperar unos segundos su respiración, le regaló su típica sonrisa rectangular que brindaba seguridad y confianza.

Lentamente su mirada se posó sobre mi contextura, y su cara se transformó para que finalmente suelte un grito desgarrador. Y no lo voy a negar, mis oídos atinaron a comenzar a sangrar.

— ¡¿Qué es esa cosa tan horrible y espantosa que está sentada sobre mi sillón?! — exclamó posando su mano sobre su pecho.

Rodé los ojos con sarcasmo.

— Esa cosa es tu hija, Taehyung. — carcajeó mi madre.

— Si, y si le hubiesen puesto más ganas a su calentura... — eleve mis hombros y abulte mi labio inferior con indiferencia. — ... probablemente no hubiese salido tan horrorosa.

— ¿Qué dices? ¿¡Qué no te hicimos con ganas!? — exclamó mi padre, a lo que asentí cruzándome de brazos. — Pobre de mi hija, entonces tendré que contarte la historia de cómo decidimos engendrarte. — alzó una ceja.

— Una historia apasionada, romántica y lujuriosa... — tercio mi madre haciendo brincar sus cejas.

— Más bien una terrible historia perturbadora y tenebrosa, diría yo. — sonreí alzando mis cejas con petulancia.

— Perfecta para esta noche de Halloween, ¿qué me dices, eh? — mi progenitor entrecerró los ojos y sonrió burlón, consiguiendo hacerme sentir nerviosa.

— Si pero aún no estoy preparada para oírla, realmente me traumara de por vida. Por lo tanto, necesito ir a la fiesta de Hoseok, ahora mismo. — objeté, y me puse de pie, dando golpecitos contra el suelo con mis botas negras. Comenzaba a impacientarme.

— Despídete de tu padre, entonces. Te espero afuera. — asentí y la observé salir de la casa.

— Oye, me quiero acercar a ti pero de veras me das miedo, piruja. Ya veo que me tiras un hechizo y me maldices. — hizo como si un escalofrío recorriera por su cuerpo, robándome una risita.

— Se supone que aquí la pequeña de la familia soy yo, se ve que todavía no maduras. — carcajeé, acercándome a él para abrazarlo.

— Yo tengo un concepto diferente al tuyo sobre la madurez. — explicó. — Yo creo que se trata de poder crecer tomando seriedad en distintas ocasiones, pero nunca olvidando que alguna vez fuimos un niño.

Me separé de él con una ceja enarcada.

— Lo saqué de las frases semanales del periódico. — estallé en risas al igual que él, mientras negaba con muchísima gracia.

La relación que llevaba con mis padres es realmente envidiable ante los demás ojos, y si a veces es entendible. Es decir, mis padres son como mis mejores amigos, mis confidentes, todo lo que alguna vez deseé esta en ellos.

Aunque a veces me molesten por mi padre, es que ugh... ¡No lo entiendo! ¿Cómo es que a sus treinta y seis años mantenga la imagen de un guapísimo adolescente? Simplemente no lo comprendo. Demonios, ¡soy su hija! ¿Por qué lo único que heredé de él es su sonrisa?

Cielos, creo que a Dios no le agrado.

— Ah, y por cierto. ¿Cómo va tu relación con ese tal Jungkook? — de repente sentí que mis mejillas comenzaron a arder. — Hace mucho tiempo que no traes a mi yerno a cenar. ¡Deberías hacerlo! — recomendó con una gran sonrisa, la cual ya sabía que era demasiado forzada.

— Pues, déjame pensar... — acaricié mi barbilla y viré los ojos hacia el techo haciéndome la interesante. — ... creo que es una pésima idea.

— ¿Qué? ¿Por qué no?

— Veamos, ¿no será porque la última vez que vino a cenar le apuntaste con los palillos y le obligaste a dictar todas las tablas de multiplicar? — alce mis cejas colocando mis manos en mi cadera, reprimiéndolo con mi mirada.

— Ah, si... — recordó rascó su nuca con nerviosismo. — Bueno... al menos se la que la tabla del siete y ocho no son su fuerte. — finalizó con su típica sonrisa rectangular, alzando sus hombros con inocencia y denotando arrepentimiento.

Rodé los ojos mientras reía lentamente.

El claxon del auto sonó afuera, por lo que le di un beso en la mejilla a mi padre y me despedí de él animadamente.

— ¡Tengan buen viaje! — ah... otra vez el trabajo arrebatándome a mis padres justo cuando más los quiero.

Se suponía que mañana íbamos a pasar la noche juntos, observando películas y tragando palomitas de maíz y tragando refrescos fríos, pero nuevamente su labio prevalece ante su propia familia. Que desalentador... pero no me puedo entristecer. ¡Esta noche voy a asistir a una fiesta y la pasaré genial! Eso espero...








 ¡Esta noche voy a asistir a una fiesta y la pasaré genial! Eso espero

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