Capítulo 25

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 No podían viajar a Massachussets de un día para otro, sobre todo porque Clarke tenía varios turnos a cubrir y tampoco iban a estar en casa de Lexa todas las noches, así que al igual que se repartieron como pudieron las tareas de Aden, unas noches estaban en el piso de Lexa y otras en el piso de Clarke, el lado positivo, es que la rubia sé vengó de sus vecinos, ahora iban a saber que es tener a un llorón por vecino, claro que no iban a tenerlo llorando para molestar. Se alternaban, una noche se levantaba Lexa, otra Clarke y así supieron que era tener un niño y escasos momentos sexuales. Ser madres adoptivas les absorbía muchas energías:

— Enserio ¿para qué traer niños a este mundo?

Se quejaba Clarke, cansada, con dolor de pies, ojerosa y después de haber cubierto un turno de tarde cuidando de ancianos a los que solo les visitaban los hijos una vez al día y había abuelos que solo los visitaban dos veces al mes, eso era tan triste y solitario. La rubia había salido del baño recién duchada, con una toalla rodeando su cuerpo y dejando que la humedad de su cabellera rubia goteara sobre sus hombros.

La italiana había aprovechado que Aden estaba en la cuna durmiendo, para tumbarse en la cama, en esta ocasión con el pijama, se acabó el dormir ligera de ropa y en sus manos había un libro sobre injertos de la vid. Levantó la mirada y dibujó media sonrisa pícara. Había que reconocer que Clarke estaba muy sexy en esa guisa:

— Supongo que instinto de supervivencia de la especie.

Respondió la italiana, Clarke se tumbó al lado de Lexa y se apoyó en su pecho, siendo acobijada por el brazo de la italiana:

— ¿La misma especie que se está cargando el planeta? Traer niños a un mundo contaminado, ya sea por basura o por odio, lo veo irresponsable.

— Dudo que el ser humano deje de follar solo para no correr el riesgo de tener nenes.

Clarke sonrió tontorrona y comenzó a hacer circulitos con el dedo índice en el hombro derecho de la morena:

— Bueno, nosotras no tenemos ese proble...

Quedó en silencio y achicó los ojos, se había fijado en cierto detalle en el pijama de Lexa. La morena miró al mismo punto que había captado la mirada de Clarke y acto seguido puso los ojos en blanco:

— Clarke, controla tu vena neurótica de la limpieza que solo es una manchita de nada

Con un niño al cargo, manchas era lo que más abundaba, algo que la ponía más histérica e intentaba controlar esas manías con libros de autoayuda y escuchar grabaciones, pero aún era superior a sus fuerzas, no dejaba de mirar esa mancha que decía "límpiame" o "llévame a la lavadora" mientras que por otro lado no dejaba de escuchar la voz sexy con acento italiano "es una manchita de nada" y se aferró a esa voz en su cabeza, "es una manchita de nada" "es una manchita de nada" sí, sí, muchos dirán dios está loca, otros con conocimientos médicos dirán que tiene un leve trastorno obsesivo compulsivo, lo que viene siendo TOC. Lexa, siendo consciente de que Clarke estaba reprimiéndose y que en parte eso la causaba ansiedad, acabó apartándola e incorporarse un poco para quitar de su campo de visión el problema, quitándose la parte de arriba del pijama, algo de efecto causó porque los ojos azules y cristalinos de Clarke quedaron fijo en los senos de Lexa:

— Meglio? (¿mejor?)

— Ha...ha...hay— balbuceó la rubia antes de tragar saliva y proseguir— hay niños delante

Lexa arqueó una ceja y miró la cuna portátil que había a los pies de la cama, Aden estaba completamente dormido:

– no creo que se entere mucho

Dijo con voz melosa mientras que tiraba suavemente de la toalla que cubría el cuerpo de Clarke, descubriendo su cuerpo como si de un regalo se tratara, se mordió el labio inferior al contemplar las curvas de su cuerpo, estaban tratando de ser silenciosas, Lexa rodó hasta quedar encima de la rubia y acto seguido chocó sus labios, Clarke conseguía encenderla con una facilidad pasmosa cuando su lengua acariciaba la suya a la vez que su pie rozaba la longitud de la pierna de la morena, las vivaces manos de la ojiverde recorrían el cuerpo de la neurótica Clarke y justo cuando su mano dominante subía por su muslo interno a escasos centímetros de su fuente de deseo, ocurrió la dichosa ley de Murphy y Aden despertó entre llantos, como si hubiera tenido una pesadilla, haciendo que ambas mujeres parasen en seco y quedaron inmóviles intentando de procesar que su momento intimo había llegado a su fin, con los labios aun casi juntos:

Solo por cinco díasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora