Capítulo 14 Bertolini

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Lexa ayudaba a Bartolomeo y a varios trabajadores con la poda de los viñedos, la poda es importante para la viticultura, normalmente se suele hacer un mes antes, pero por las heladas esperaron al último momento:

– En los últimos años hubo buenas producciones, a pesar de que las heladas no son para nada favorables.

Le explicaba Bartolomeo a la ojiverde que estaba quitando unos segmentos secos de una vid en espaldera:

– Ya veo que ahora sacáis más vinos de crianza.

Lexa pudo haber pasado años lejos de su hogar, pero no se había desentendido del todo, si salía algún artículo de enología o viticultura que mencionara Montefioralle, rápidamente lo leía. Bartolomeo se encogió de hombros:

– Es lo que le suele gustar a los jóvenes, las grandes reservas se están perdiendo, aparte de ser costoso para nosotros, vemos más económico los crianza y vinos jóvenes.

Lexa hizo una mueca de asco:

– Vinos de tetrabrik que asco...

Bartolo carcajeó:

– No lo subestimes, el vino de tetrabrik los vasos de mini y la coca cola triunfa todos los sábados.

– Ya veo por donde vas– la ojiverde se cruzó de brazos con cuidado de no apuñalarse con las tijeras de podar– de primeras, suelen ser críos de entre 13-20 años que no saben degustar y disfrutar el buen vino, solo beben con la finalidad de emborracharse– puso gesto de indignación– todo es culpa de la industria cinematográfica, las comedias juveniles venden que los complementos estrellas para una buena fiesta, es el alcohol, drogas y sexo...

– No van a vender que para una buena fiesta solo se necesita canapés y un buen verdejo.

Lexa miró al otro lado del linde, ahí estaba Alda, la hija del panadero, era una chica muy guapa, sencilla a comparación de lo que se puede encontrar uno al norte o al sur, pelo castaño claro, pelo suelto, ojos color café, un poco baja y con curvas, sonrisa bonita, tenía puesto unos jeans color gris oscuro, zapatillas blancas, una camiseta de rallas azul y blanco con un abrigo de tela gris. La ojiverde sonrió y le hizo unas señas a Bartolo con la cabeza:

– Creo que vienen a verte.

Bartolomeo miró a Alda y enseguida se le dibujó una sonrisa en el rostro. Era sonrisa de enamorado, lo sabía a la perfección porque esa misma sonrisa se le dibujaba a ella cuando veía a Clarke:

– ¿te importa que me ausente un momento?

Lexa se encogió de hombros y negó con la cabeza:

– Yo sigo con la poda, no te preocupes.

El ojiverde miró agradecido a la que sería su mujer en cuestión de tres días, cualquiera en su situación estaría como loca por estar preparando la boda, pero para ella no era importante, solo quería firmar ese maldito papel que le devolvería parte de sus tierras, ya que Bartolomeo como esposo seguiría siendo el mayor propietario. Mejor eso que nada. Suspiró y observó marchar a Bartolo con Alda para dar un paseo, nuevamente regresó al trabajo laborioso de podar los viñedos.

Costia observó por la ventana, el cielo estaba despejado, aun así, hacía fresco. La chica tenía una bandejita en sus manos que transportaba una jarra de agua y un vaso. La encargada de la cocina pasó y siseó, llamando su atención, no hacía falta que le volviera a ordenar lo que tenía que hacer. Costia asintió y subió al segundo piso, le habían pedido que llevaran un vaso de agua a Indra, estaba en el despacho, raro era encontrarla ahí, ese lugar solía estar ocupado por Gustus Bertolini o Carlo Moretti:

– Señora, le traigo lo que pidió

Indra dibujó una amable sonrisa y pidió que se acercara para que lo dejara en el escritorio. Costia obedeció y observó lo que estaba haciendo:

Solo por cinco díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora