Capítulo 3 Zia

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Ir de compras con Clarke Griffin más que divertidas había sido un infierno. Era como una abuela criticando todo. Eso no demasiado hortera, eso demasiado atrevido, no dejan nada para la imaginación, bla, bla, bla. Al final le acabó escogiendo los modelitos, demasiado floreados coloridos y ochenteros, ya temía que le llevara a una secta de abuelitas obsesionadas con el ganchillo y relojes con gatitos. Y menuda la que le montó cuando entró en el probador sin avisar y vio el tatuaje que tenía en su espalda, por casi le da algo:

– No, no, no, no, no– decía señalándolo con el dedo índice– dime que eso no es un tatuaje.

Lexa alzó una ceja y se miró el reflejo del espejo:

– a lo mejor si dices unas cuantas veces más "no" te convences de que es una calcomanía.

– Tienes que quitártelo.

La italiana comenzó a reír como si le hubiera contado un buen chiste:

– ¿Me lo arranco de la espalda? creo que no, está muy bien donde está– se apoyó en la madera del probador con una sonrisa pícara– siempre puedes tratar de quitármelo a lengüetazos.

Sacó la lengua en plan serpiente víbora sexy haciendo un ruido como si absorbiera. Clarke hizo un mohín de asco y salió del probador. Lexa miró con un mohín la ropa que le había llevado, ¿Quería que la comparasen con una tarta de merengue? Parece que en cuestión de ropa no llegarían a un acuerdo ¿la ropa tenía mucho que ver si una persona merece la pena? Acabó escogiendo prendas elegantes, pero no ostentosas, en cuanto al tema del tatuaje que lo volvió a sacar, era que su familia era muy dada a hacer actividades, ya sea acuáticas en piscinas climatizadas como jugar al watervoley, montar a caballo, hacer esquí, snowboard...:

– Dime la verdad– acabó diciéndole con expresión alucinada– tu familia ¿cuántos kilos de cafeína se inyectan en vena? Lo esnifan o ¿qué?

– Así dicen que unen los lazos familiares– habían salido del centro de comercial y pararon al borde de la acera, otra cosa de lo que se había fijado la ojiverde es que la rubia tenía unas manías muy raras, por ejemplo, si pisaba la raya blanca del paso de cebra, tenía que cruzar pisando siempre las rayas blancas– en realidad lo hacen por competir y ver quien es más triunfador.

Tardaron más que nadie en cruzar precisamente por esa manía de la rubia y no era la única, si los azulejos del suelo eran de varios colores siempre tenía que pisar los mismos y ya después de hacer algo así toda la vida le salía casi natural, también se fijó de que era zurda y no tenía complejos a la hora de comer:

– ¿Tú familia acaso sabe lo que es el valor de la familia realmente?

– ¿Para ti cual es el valor de la familia?

Dijo parando en seco y cruzándose de brazos:

– Respeto, amor...

– Vale, vas a tener que cambiar ese concepto durante cinco días, ser más hija de puta y competitiva.

– Ahora entiendo porque estás tan loca. Superficial y neurótica, tengo miedo de toparme con la tribu de los Brady.

Clarke la miró fulminante:

– Hace un momento me has hablado de respeto y ahora me insultas...

– Mi dispiace amore mío, pero me dijiste que fuera más hija de puta– Se encogió de hombros– aprendo rápido– la sonrisa se le borró cuando observó como la expresión de Clarke a una más dolida y los ojos le brillaron por la humedad contenida– eh, solo bromeaba.

Puso una mano en su hombro dispuesta a consolarla, cuando el semblante Clarke cambió a uno más serio y le quitó la mano de encima:

– Demasiado manipulable también– Lexa quedó boquiabierta se la había colado, pero bien– ¿Te apetece un helado?

Solo por cinco díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora