Capítulo 13: La boda de River Song

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Despierto asombrada en mi cama, con la cara agitada. Siempre era el mismo sueño que me atormentaba el mismo sueño todas las noches.

Una pareja que tenían mi amistad, dos hombres que me tenían cariño, una mujer a la que no confiaba y un astronauta que era un asesino. Empezaba en un picnic a la orilla de un lago y terminaba con el astronauta que le disparaba a uno de los hombres. Yo corría llorando mientras que uno de los hombres me detenía, todo se volvía blanca y terminaba.

Veo el reloj son las 5:02, creo que es una buena hora para empezar el día. Veo que mi lado. Había recordado que el emperador del Sacro Imperio, Winston Churchill había solicitado mi presencia en mi palacio, no había contado el motivo.

Escucho la puerta abrirse mientras que una sirvienta, que había contratado, me atendía sin decirme nada. Me levanto para bañarme en la tina que se encontraba en medio de la habitación. Este lugar era completamente diferente a Macedonia. Salgo para vestirme, se me hacía tarde. Me pongo un vestido azul turquesa, con un solo tirante con un cinturón dorado al estilo griego, como nos gusta a Alejandro y a mí, me pongo mis sandalias y al final, me dejo el cabello suelto con una tiara dorada en forma de corona de olivos.

Me quedo viendo en el espejo, viendo cada detalle de mi, esperando a que sirviera para persuadir a Winston de que dejara aquella loca idea de invadir Macedonia, ya que Alejandro no estaba en la disponibilidad de luchar en dos frentes. Salgo de mi cuarto no sin antes asegurarme que son las 5:02, aún es buen tiempo.

Empiezo a caminar hacia el despacho, que se encuentra al otro lado. Al llegar le pido a un oficial que anunciara mi llegada. Después de algunos segundos me dejan pasar. Al entrar veo a un hombre con barba, bigote y su cabello le llega al hombre.

– ¿Me llamo Emperador?- le preguntó a Winston Churchill tratando de ignorar la mirada de aquel hombre.

– Por supuesto que sí. Sé que tu esposo te dijo que vinieras hablar sobre dejar de pensar sobre la invasión de Macedonia y todos sus territorios. ¿No es así, Elizabeth?

– Por supuesto.

– Pero no es por eso que hice que viniera.

–Espera, ¿qué?- preguntó sorprendida.

La razón por la que se encuentre aquí, es que este hombre dice que se conocen desde tiempo atrás.

Veo su cara, sus facciones, no se me hace conocidas, es la primera vez que me encuentro con él. No sé qué hacer ante tal situación.  Yo solo abro mi boca ante mi incredulidad.

– Me temo, emperador Churchill, que es la primera vez en mi vida que veo a este hombre. ¿Por qué él querría algo de mi?- le preguntó sorprendida.

– Abigail- me agarra mi brazo, siento una sensación de que lo conozco de repente, pero no en esta vida-. Soy yo, soy el Doctor, tu esposo.

– Lo siento, mi esposo es el gran y divino Alejandro Magno- quitó su mano de mi brazo mientras veo su cara de sorpresa inesperada de aquel hombre, después veo al emperador-. Emperador Churchill, si esto era lo que me necesitaba de mi ayuda, me temo que mi presidencia aquí, ya no es necesaria.

– Me temo que no. Las condiciones para que este hombre este afuera y se comporte como se debería, de este filósofo loco, es que usted se encuentre con nosotros en todo momento.

– No entiendo porque mi presencia es necesaria.

– Necesito saber algo, que estoy seguro de que él lo sabe- Churchill señala al filósofo loco-. Su condición para salir de aquella la celda es que usted se encuentre con nosotros en todo momento. En lo personal, creo que es una situación muy rara.

Doctor Who (VI) : When a Good Man Goes to WarWhere stories live. Discover now