- No tengo todo el puto día, Seokjin -irrumpiendo de manera molesta mi extraño ofuscamiento, y la tensión de los músculos en mi espalda, la voz gruesa de mi hermano menor hizo presencia detrás de mí y aunque no me exaltó, me hizo pestañear rápidamente despegándome de mi ceguera espontánea para mirarlo a él. No obstante, ya había visto el porqué de mi detenimiento. Y con una risa llena de soberbia y veneno, torció la boca antes de hablar-. ¿A ella también de la quieres llevar para el lugar cerdo ese?

Frunciendo el ceño con una dura adrenalina que sacudió mi cabeza, entrecerré los ojos hacia él antes de apretar los dientes y negar con lentitud, divisando como la sonrisa se le había calmado hasta dejar su rostro neutro pero sus ojos desafiantes hacia los míos; era muy fácil hablar de lo que no se sabe.

- A ver si te metes en tus putos asuntos, Taehyung -no era común en mí dejar que algo tan insignificante como su rebeldía me afectase, pero eran momentos como aquellos en los que, no sólo su voz sino la de cada persona que había pasado por mi vida, llegaba a sacudirme la paciencia de una manera inusual.

Y lo detestaba porque causaba que actuase de forma impulsiva.

Como aquel segundo, en que me encaminé a la muchacha, sin darle muchas vueltas, cuando debía haberlo hecho.

- ¿Kim Hye Min? -poniéndome de cuclillas para estar a su nivel y al parecer dándole un susto de muerte que la hizo mirarme con los ojos bien abiertos y las mejillas tan rojas que se mezclaban con el suéter con cuello de tortuga que llevaban, la llamé por su nombre, sabiendo que había sido un error estúpido cuando la placa de empleada que colgaba de su delantal me contradijo de una manera que me hizo tragar gordo. Porque me había expuesto a mí mismo y tal vez, por esto, ella me miraba cómo si estuviera viendo un fantasma-. Seok Soojin -me corregí, pero su expresión no cambió ni por asomo, lo único que se movió de ella fueron sus labios, cuando los cerró como si se hubiera dado cuenta de que se veía como una boba. Y en verdad lo hacía.

- ¿N-ne-necesita ayuda con algo, señor? -cuando los balbuceos, junto a su voz, suave y dulce, corroborando con lo débil que se veía abandonaron sus labios, no me contuve de esbozar una pequeña sonrisa, porque la verdad me parecía gracioso. Si es que había acertado de manera indiscutible en que aquella muchacha era insulsa, aburrida, tan clara como el agua, fácil de leer.

Aquello me fue suficiente para confirmarme a mí mismo que no la quería en el burdel.

- No se va a quitar fácil -comenté, señalando el líquido aún esparcido por el suelo debajo de nosotros, del cual un olor ácido y desfavorable molestaba mi nariz y podía imaginarme que lo mismo estaba pasando con la suya, porque estaba colorada, casi tanto como sus mejillas-. Es cloro -expliqué.

Para ese punto, ya ambos sabíamos que no era coincidencia que yo la conociera porque sí, porque su mirada fue pasando, de forma gradual, de exaltada a neutra, y no la apartó ni un momento, y a decir verdad, no quería que lo hiciera.

- ¿Es usted Seok? -tal y como si me estuviera contando un secreto, su voz salió en un murmullo que sólo consiguió evidenciar de qué se trataba mi inesperado acercamiento hacia su persona, pero me vi distraído en cómo sus labios mencionaron mi seudónimo que no pude responder de inmediato. De todos modos, no hubiese sido lo correcto.

- No te culpo si quieres cambiar de trabajo, la verdad -dando respuesta definitiva a cada una de las preguntas que, estaba seguro, rondaban por su cabeza, me volví a levantar dejándola aún debajo, donde sus ojos se volvieron hacer grandes cuando estos chocaron con la vista de mi cremallera y me mordí el interior de la mejilla, pidiendo que aquello no me distrajera de lo que tenía para decir-. Pero deberías pensar mejor en qué trabajo te quieres meter.

Decía la verdad, más bien la aconsejaba, pero había algo que hacía que la lengua me pesara, haciéndome dudar si debería decirle aquello, cuando era obvio. Tan patente que sus ojos se volvieron a poner pequeños y una pizca de impotencia se reflejó en estos, poniéndose en claro cuando se levantó, intentando alcanzar mi altura, pero la verdad yo era dos cabezas más grande que ella.

- No entiendo lo que me quiere decir -mintió, porque si lo hacía y su mandíbula apretada tanto como sus fosas nasales dilatadas lo hacían evidente y también un poco divertido; era tan común que un poco de rechazo ya le ofendía.

Pausé para controlar una pequeña risa que causó que su ceño se frunciera, un poco más de lo que ya estaba y carraspeé suavemente antes de entrarme las manos en los bolsillos delanteros para concentrarme en mirarla; su respiración parecía acelerada por más que la incomodidad que de seguro mis palabras habían causado y me encontré a mí mismo mordiéndome el labio cuando ella lo hizo.

Volví a carraspear pero esta vez mi mirada fue a Taehyung, con el pirulí aún en la boca y apoyado de codos en el sostenedor del carrito, no entendí porqué sentí vergüenza cuando sus cejas se elevaron, pero así fue, me sentí como un niño que nunca había estado frente a un público antes, aunque en frente mío sólo habían dos personas. De todos modos, ese fue el momento en que decidí irme.

- Deberías buscar algo en lo que seas buena -aconsejé, dando los primeros pasos en dirección a Taehyung otra vez y sin darle alguna mirada más, aceleré mi caminar los suficiente para alejarme de ella, pero, al parecer, no lo suficiente rápido para alcanzar a mi hermano antes de que la voz de la muchacha me detuviera.

- Señor Kim -alto y rígido fue su tono, que por más que hubiese querido que pasara por encima de mi cabeza, golpeó mi nuca, pasmando mis músculos al punto de que me vi incapaz de seguir caminando pero sin dejarme girar hacia ella. Sin embargo, las expresiones de Taehyung me sirvieron de espejo para lo que sea que aquella mujer se hubiese impuesto a decirme y por el tenso semblante que tenía el castaño, pude sospecharme que podía tratarse de una ridiculez.

Pero me había equivocado.

- ¿Cómo sabe usted que no soy buena?

El atrevimiento un tanto ingenuo causó que un bufido saliera de mis labios, pero por más que intenté decirme a mí mismo que sus palabras habían sido, en efecto, una ignominia a la imagen que me había creado de ella, no hubo músculo en mi cara que denotara burla. Pero no era falta de ganas, era que no podía.

Cuando sus zapatos hicieron eco detrás de mí, conseguí girarme, con una regida sensación de que me vería cerca suyo otra vez y cuando esto se vio comprobado me relamí los labios, otra vez, cuando ella también lo hizo.

Empero, aunque pude haberle prestado atención a este hecho repetitivo, cuando se osó a acercarse un poco más, me vi distraído de manera completa y penosa, por una chica tan basta y sencilla. Y, que va, un poco atacante con sus gestos.

Pero fue aquella frase que se atrevió a decirme, por lo bajo y como si quisiera ser cautelosa con ellas, la que se quedó retumbando y zumbando dentro de mi cabeza, haciéndome cometer la locura que creí era lo más cuerdo que podría haber hecho cuando llegué a mi oficina y rebusqué en los portafolios su perfil, apuntando con mi dedo índice desde su nombre hasta aquellos números que me harían sentarme en la silla y llamarla por su nombre en cuanto contestara.

"¿A caso es a usted que debo demostrárselo?"













N/A:
SIENTO MUCHÍSIMO LA TARDANZA, JURO QUE HE TRATADO DE BUSCAR TIEMPO E INSPIRACIÓN PERO ESAS DESGRACIAS SE ESCONDEN DE MÍ.

espero que vayan empezando a entender la trama. que creo que es más fácil de esta manera que si le tiro la saga como locos

un beso,
- ema.

ALCOHOL | KIM SEOK JIN.Where stories live. Discover now