006.

1.3K 158 40
                                    

Estaba demás decir (por más vergonzoso que esto podría ser), que luego de mi último encuentro con Seo Soojin, no había podido sacarla de mi cabeza. Lo único que me aliviaba, usándolo como excusa, era que esto no ocurría de forma romántica: quería que siguiera sirviéndome sexualmente. Sin embargo, por más que admitía que esto era lo que mi cuerpo pedía, no había podido contactarla hace más de dos días.

En mi mente calma y estoica (porque no me apetecía darle más importancia de lo que merecía), sabía que no le había ocurrido nada preocupante. En efecto, dentro del chat que compartíamos en mi teléfono la había encontrado escribiendo y borrando su respuesta al último mensaje que llegué a escribirle.

Yo no me consideraba una persona insistente, mucho menos obsesiva, dado al hecho de que un lujo así no me lo podría permitir: no era mi estilo. Por consiguiente, la sensación que había dejado aquella muchacha en mi boca, sedienta porque la suya me proporcionara una aventura como la pasada, había conseguido hacerme dudar de mi propio autocontrol.

Pero, ¿a caso un hombre no podía tener deseos como aquellos? Qué chiste.

De todas maneras, tuve que dimitir cuando alcancé a visualizar a su persona en el corredor de bienestar sexual en la única farmacia que había entre mi hogar y el burdel. Aunque, no pude quedarme por mucho tiempo callado cuando la observé tomar una caja de condones y, una vez se giró, el pánico en su rostro me pareció cómico.

- ¡Señor Seok! -era obvio que aquel iba a ser el primer sonido que saliera de su boca. Me enorgullecía saber cómo comenzaba a aprenderme su comportamiento.

No me apeteció darle un saludo por igual, por lo tanto, yendo al punto con lo que había llamado mi atención, desvié mi mirada hacia la caja de preservativos entre sus dedos. Sin embargo, a comparación de cuando pude decir que conocía su comportamiento como el mío propio, ella no se abochornó como lo había esperado; en efecto, se mantuvo en silencio.

- ¿Los estás apilando en alguna esquina de tu casa? -carraspeando, me digné a formar una conversación. No obstante, no fue hasta que la pregunta salió de mi boca que comprendí lo molesto que haberla encontrado allí había sido. ¿Para qué los necesitaba?

- Perdone que no he vuelto a contactarme con usted -como supuse, mi pregunta no le fue de mucha amenidad, mucho menos cuando pude distinguir que se sentía más apenada con el hecho de que había estado ignorándome más que porque la había encontrado comprando condones.

Sabía que no era de mi incumbencia, pero dentro de mi mente que asimilaba de poco que esa mujer no tenía todo su interés en mi, se hallaba el derecho de sentirme traicionado. ¿Habría sido yo muy rápido en asumir que la tenía en la palma de mi mano? Aún peor, ¿con quién podría ella mantener intimidad luego de haberme chupado la polla? Muy bonito no sonaba sobre mis morales. Y, es que sí, por más común que la encontrara me parecía vergonzoso saber que no era el único que me sentía atraído a ella.

Chasqueando la lengua, proseguí a observarla a la vez que sus ojos se paseaban por el pasillo tomando en cuenta que no estábamos solos por completo. La pude distinguir ponerse nerviosa cuando apretó los labios y, como si fuese a decirme un secreto, se acercó ligeramente para susurrar.

- Si quiere podemos conversar en otro momen...

- Sígueme -ya de por sí, molesto y con los pensamientos revueltos a causa de su presencia, no reparé en dejar que terminara la oración. Pues, ya lo había ideado mucho antes de que hablase. Arrebatándole la caja de los dedos para abandonarla en el mismo estante donde pertenecía, reemplacé su enfoque sujetando su muñeca entre los míos y, a pesar de que la escuché quejarse, no me detuve hasta encontrarnos dentro de mi auto.

ALCOHOL | KIM SEOK JIN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora