001.

13.3K 749 234
                                    

Había momentos en los que el atardecer me pesaba. Así como las ruedas rechinar y los motores rugir de los automóviles en la ciudad cuando daban las siete y treinta de la noche me abrumaban.

Era el sentimiento que no podía (ni quería) denominar entre la envidia o la mera ironía de quererme hundir en mi propia miseria, mientras fingía huir de ella, lo que me dominaba de manera nefasta a esta hora cuando todos salían como ovejas sin pastor del trabajo, deseando recostarse en casa.

No era que yo no tuviera lugar al que asistir cuando las horas en la oficina me pesaban, es más, para haber empezado el negocio hace menos de siete meses, me cabían darme lujos que podrían dejarme más que satisfecho.

Podrían, digo, porque no lo hacían.

Mi abuela lo había dicho, mencionado, tantas veces, frente a mí, frente a mi familia, frente a mis amigos,... la orgullosa y tierna sonrisa con que sus palabras salían siempre llegaba a tibiarme el pecho y a creérmelo, lleno de tanta ingenuidad que si se pensaba ahora, daba un poco de disgusto.

"Tú, Seokjin, serás muy exitoso algún día."

El dulce sabor de la mentira, la amarga realidad de la roñosería, porque con mis veintitrés años, sabía todo lo relacionado a finanzas, poseía un intelecto respecto a la administración, que muchas veces, incluso me preguntaba yo mismo cómo era capaz de lograrlo. Sin embargo, no sabía cómo llevar una vida solitaria, una vida monótona.

Miserable, así me definía. Siendo malagradecido con mi propia sangre porque me sentía vacío, vacío e irónicamente con las manos llenas. Qué tontería.

- ¿Vendrás con nosotros al bar?

Empero, en el fondo de mi queja se encontraba aquella solución temporal que si bien me elevaba, seguía enterrándome aún más profundo y sabiéndolo, me dejaba esposar del veneno dulce y amargo pero efímeramente sanatorio.

No tomó mucho tiempo para que elevase la cabeza hacia mi mayor socio, apoyado en el umbral de la puerta mientras se revisaba el reloj de muñeca con el ceño fruncido y uno que otro músculo de su rostro tensado.

Para hacerse el frío muchas veces, Min Yoongi solía preocuparse de más, tanto así que incluso cada vez que pasaba cerca suyo, llegaba a sentir la aprehensión de lo que sea que estuviera rondando en su cabeza. Y esa noche, incluso lo sentía desde la silla acolchada de mi escritorio, en el cual me recosté elevando mi barbilla para así tener visión total de él.

- Por supuesto -mi respuesta corta y directa al parecer le causa gracia, o tal vez era el hecho de que yo nunca me negaba y él aún así prefería seguir preguntándome.

Sus labios se ensancharon de manera genuina cuando me puse en pie, luego de hacer las ruedas de mi asiento circular hacia atrás en el piso de caoba de mi oficina. Yoongi ya había dado la vuelta hacia el pasillo de salida cuando comencé a arremangarme la camisa hasta el inicio de mis codos, pero lo encontré esperando por mí cuando decidí salir por mi cuenta de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Como siempre hacía.

- Por cierto, han llegado más currículos esta mañana -avisó, asiéndome a sorpresa con su voz arruinando un poco la tranquilidad que reinaba a estas horas por el piso. El primero. Empero, no me molestó en lo absoluto puesto que la noticia, era para beneficio de los dos, al menos, cuando laboralmente se hablaba.

- ¿Los tiene Namjoon? -asintiendo de manera ligera me sumé a su conversación, frunciendo un poco el ceño cuando, luego de sorberse la nariz sacudió un poco la cabeza y esperando la explicación, entré mis manos en los bolsillos de mi pantalón de seda.

ALCOHOL | KIM SEOK JIN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora