Capítulo 35

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— ¿Tal vez? —pregunto como si fuese incapaz de formular mis propias frases en lugar de simplemente repetir las suyas.

Creo que mi mente todavía está atascada en la parte en la que se denomina así mismo como mi amante. Los latidos de mi corazón resuenan en el interior de mis oídos silenciando así la música y las voces a nuestro alrededor. Olvido los cientos de ojos que nos observan y lo único que llena mi campo de visión es su rostro. El intenso color negro de sus iris, tan oscuros que ni siquiera se distingue el contorno de las pupilas en su centro, los cortos mechones de su cabello apenas rozando la parte superior de su frente, la línea tensa de su mandíbula...

Red —parpadeo despertando repentinamente de mi ensimismamiento —. No voy a decirte que te quiero.

— Lo sé —susurro pues de repente recuerdo que estamos rodeados por una gran cantidad de Cambiaformas con una excepcional capacidad auditiva.

Kane detiene nuestro balanceo y ambos nos quedamos parados mientras otras parejas continúan bailando. Su mano vuelve a su posición anterior, sobre la parte baja de mi espalda, y el contacto de sus dedos tibios con mi ardiente piel me hace temblar.

— No voy a abrazarte mientras duermes.

Sus ojos no se apartar en ningún momento de los míos como si tratase de hacerme entender que esas son sus condiciones.

— También lo sé, Kane —siempre he sabido el tipo de hombre que es él y nunca me ha importado. Me aferro a sus hombros sin intención alguna de su soltarme y sus dos manos rodean mi cintura —. Eres un tipo complicado, pero ¿y qué hay de mí? No soy enteramente humana. Estoy prometida con un psicópata y, en ocasiones, confieso que soy demasiado impulsiva.

Pensando en ello, tal vez seamos demasiado distintos. Kane es frío como el hielo mientras que yo tiendo a ser tan intensa como el fuego. Y, aun así, a pesar de nuestras diferencias, la atracción que siento por él las vence con creces.

— Hay algo entre nosotros... —murmuro mirando detenidamente sus ojos negros y es como si mi temperatura corporal se intensificase cuando sus dedos se mueven ligeramente acariciando la piel de mi espalda —. No sé qué es, pero sí sé que no quiero que se acabe.

Tras esas palabras cargadas de significado, se hace el silencio. Un silencio impregnado de una intensa electricidad que parece surgir de nuestros cuerpos para chispear a nuestro alrededor. Una energía cálida y pesada que nos envuelve y nos asola. El mundo parece detenerse y solo estamos él y yo... hasta que las puertas de roble cenizo del gran salón se abren.

Las voces y murmullos se detienen, así como la alegre música de piano que endulzaba el ambiente con sus notas saltarinas. Los invitados que nos observaban con cierta curiosidad y morbo se giran para ver qué es lo que está pasando. De repente, las personas comienzan a moverse de una forma muy ligera, casi imperceptible. Es como si una brisa invisible los arrastrase unos centímetros hasta formar un pasillo libre desde nuestra posición hasta la entrada. Entonces, lo veo.

Falcón Leveau —escupe Kane a mi lado dejando caer sus manos al reconocerlo inmediatamente.

El desprecio que tiñe su voz es tal que los pelos de mi nuca se erizan como si mi cuerpo fuese consciente de la amenaza que acaba de entrar.

Falcón se detiene frente a las grandes puertas abiertas vestido con un elegante traje de seda de color azul marino. Una tonalidad tan similar a la de sus ojos que su mirada parece fundirse con el suave tejido. Su pelo está repeinado hacia atrás con maña. Ni siquiera un huracán podría descolocar uno solo de sus cabellos. Una gran sonrisa blanca llena su rostro, brillante y encantadora, mientras observa con soberbia a los invitados que asombrados lo observan. Lo hombres lo envidian y adulan. Las mujeres lo desnudan en sus mentes incapaces de apartar sus ojos de él.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora