Capítulo 31

48.4K 6.9K 1.7K
                                    

¿Conoces esa extraña sensación que te invade cuando al despertar de un sueño profundo no sabes dónde estás?

Mi cuerpo se paraliza y los mecanismos dan vueltas en mi mente hasta que consigo ubicarme y recuerdo los eventos de ayer. La lluvia se incrustó en mi piel haciéndome temblar por el frío. Sin embargo, en estos momentos, una agradable calidez me rodea y me acurruco cómodamente bajo su flujo. Entonces, abro los ojos y parpadeo varias veces pues dudo de la veracidad de lo que veo.

Mi cabello, ahora seco, se desparrama sobre la almohada en suaves ondas rojizas mientras el resto de mi cuerpo yace cubierto por una gruesa manta que no se encontraba ahí ayer. Cuadros marrones rodeados por gruesas líneas negras y blancas decoran el tejido que se envuelve alrededor de mis piernas como si hubiese sido colocado minuciosamente de esa forma.

Frente a mí, profundamente dormido, se encuentra Kane Velkan. Al principio no me muevo y simplemente lo observo. Ya no hay rastro de las oscuras ojeras que un día mancharon la pálida piel bajo sus ojos. Tampoco hay signos que muestren en su rostro la inquietud y el sufrimiento que acompañaba a las horrendas pesadillas que lo perseguían cada noche. No, sólo la calma inunda su expresión.

Mis ojos vagan por los cortos mechones de su pelo negro que rozan la parte superior de su frente, sus parpados caídos bajo los que se esconden unos ojos tan negros como la obsidiana, unos pómulos marcados, unos labios gruesos y ligeramente entreabiertos.

Separo la cabeza de la almohada y me incorporo sólo un poco. Su pecho se mueve con una respiración lenta y pesada bajo la porción de la manta que también lo cubre.

- Lo adecuado hubiese sido que durmieses en el sofá... -suspiro sin dejar de observar su rostro tranquilo -... aunque ya debería saber que eso es algo que tú nunca harías.

¿Por qué debería hacerlo cuando esta es su casa, su dormitorio y su cama? Eso es probablemente lo que él me diría si estuviese despierto.

Las comisuras de mis labios se elevan ante el pensamiento, pero rápidamente vuelven a su posición inicial cuando recuerdo que debería estar enfadada. Todo lo que Kane dijo anoche sobre ofrecerme su ayuda, pero sugiriendo al mismo tiempo que entre nosotros no podía haber nada. No entiendo la razón por la que continúa manteniéndome alejada con tanta determinación.

Debería irme antes de que despierte, pero sin darme cuenta de ello me encuentro a mí misma repitiendo una acción que ya hice algún tiempo atrás. Me inclino hacia abajo y presiono mis labios sobre los suyos de forma lenta. Unos segundos después me retiro y me congelo cuando me percato de sus ojos plenamente abiertos.

- ¿Por qué tengo la sensación de que esta no es la primera vez que algo así ocurre? -murmura y su intensa mirada me atraviesa.

No lo niego, pero tampoco me aparto. En su lugar, me mantengo inmóvil sobre él a escasos centímetros de distancia sin saber muy bien que hacer. Después de todo, acabo de ser atrapada tras robarle un beso mientras supuestamente él dormía.

Un silencio atronador se construye a nuestro alrededor mientras nos miramos fijamente. Mi corazón late fuertemente mientras lo enfrento. De repente, se escucha el timbre de un teléfono y con movimientos apresurados me deslizo fuera de la cama.

En lugar de seguirme, Kane se incorpora parcialmente sobre la cama y apoya su espalda contra el cabero. En su posición sentada observa todos mis movimientos mientras rodeo la cama y me agacho para rebuscar entre mi ropa, todavía mojada, el teléfono que no deja de sonar. Bajo su inescrutable mirada, descuelgo.

- Tristán, ¿qué pasa...

- ¡Un... jodido... perro! -estalla y me veo obligada a retirar levemente el teléfono móvil de mi oreja pues su grito casi perfora mi tímpano -. Me preguntaste si podía cuidar de un maldito perro abandonado, Red. ¡Esto no es un perro! ¡Es una mujer inconsciente encadenada a una columna!

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora