Prólogo

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Mi padre siempre dice que hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos que vuelan alto y aquellos que se estrellan miserablemente contra el suelo. Sí, demasiado extremista para mi gusto. Yo prefiero pararme en lo más alto y disfrutar del paisaje a mis pies.

— ¿Quién es? —pregunta mi joven amigo Jay encaramándose sobre el borde de la alta azotea.

— ¿Qué? —murmuro distraída mirando hacia abajo.

Él resopla.

— ¿Quién es el hombre al que no has dejado de mirar ni un solo segundo? Ese tío de allí abajo.

Sobre nuestras cabezas, las estrellas brillan en la noche. Apoyo mi barbilla encima de mi mano y me inclino hacia delante intentando escuchar lo que los tres hombres en el estrecho callejón bajo nosotros están diciendo. Tarea difícil con Jay  incapaz de mantener el pico cerrado y los varios metros de altura que nos separan.

— Nadie importante —respondo todavía sin prestarle demasiada atención.

— Sí, claro —resopla cruzándose de brazos sobre el borde —. ¿Y qué hay de Falcon?

— ¿Quién? —finjo no conocer el nombre mientras mi interior se retuerce con odio sólo al pensar en su estúpida cara.

— Tu prometido

Doy un fuerte golpe sobre el muro con las palmas de mis manos y me giro para atravesarlo con la mirada. Sus ojos de color azul increíblemente claro se abren con sorpresa mientras da un paso atrás al ver mi expresión. Con su piel pálida y sus largos mechones rubio platino podría parecer un ángel.

— Sólo porque mi padre así lo haya decidido, no quiere decir que vaya a pasar. Me iré cuando sea el momento adecuado.

La expresión de Jay se suaviza.

— Nos iremos —me recuerda él.

Mi corazón se ablanda al escucharle y sonrío ligeramente. Jay sabe desde hace tiempo cuales han sido mis planes. Siempre he querido marcharme de esta ciudad y en el mismísimo instante en el que mi padre me informó de lo que tenía pensado para mí, tomé mi decisión. Jay jamás me dejaría marcharme por mi cuenta, así que en seguida se prestó a acompañarme.

Asiento y, después, vuelvo a apoyarme sobre el borde de la azotea para continuar mirando hacia el callejón. Jay me imita.

— En serio, Red — cuando dice mi nombre, su voz parece adquirir un tono más suave y melódico —. ¿Qué tiene de interesante?

La suave luz amarillenta de la única farola que ilumina parcialmente el estrecho callejón parpadea en ese momento. Todo se vuelve negro durante un segundo y, después, vuelve a encenderse. Los tres hombres forman un círculo cerrado mientras dos de ellos hablan. Mi visión apenas los registra pues soy incapaz de apartar los ojos del desconocido silencioso que parece haber atrapado mi atención por completo. Llevo varías noches siguiéndole desde las alturas como si mi curiosidad no pudiese tener suficiente de él.

— Tiene el típico aspecto de vampiro siniestro —se burla Jay a mi lado. Le lanzo una mala mirada, pero en el fondo tiene razón. Lleva puesta una chaqueta negra de cuello alto, también sus pantalones y zapatos son oscuros casi como si se quisiese fundirse en la noche. Su piel de tonalidad clara destaca aún más bajo su corto cabello negro. Su postura es recta, con las manos metidas en los bolsillos y actitud silenciosa, mientras aguarda frente a los otros hombres. Envuelto en una aura oscura y distante se asemeja a una de las criaturas con las que Jay lo ha comparado —. Además, tiene pinta de ser una mala persona. ¿Es eso una venta de drogas?

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora