Capítulo 12

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— Por enésima vez —repito cansada de excusarme —. Yo no he tenido nada que ver con la muerte de ese imbécil —bueno... si no tenemos en cuenta la parte en la que mi verdadera naturaleza ha surgido a la superficie provocando la pérdida de su cordura —. Él empezó a balancear la silla peligrosamente tratando de aflojar los nudos de las restricciones que lo mantenían atado a la silla. ¡No es mi culpa, si ha sido tan idiota como para caer hacia atrás y golpear su nuca!

Seamos sinceros... es una forma bastante patética de morir, aunque como el hombre del tatuaje había dicho previamente, su muerte ya estaba decidida.

— ¿Te das cuenta del lío en el que estoy metido? —exclama con enfado mientras subimos las escaleras que conducen a su apartamento —. Me he tenido que deshacer de un cadáver... sólo espero que cuando lo encuentren no conduzca hacia mí.

El cuerpo de ese hombre ahora descansa bajo las aguas del muelle junto al puerto, aunque no pasará demasiado tiempo hasta que ascienda a la superficie y salga a la luz.

— ¿¡Perdona!? —grito deteniéndome en medio de los escalones incrédula ante la acusación que acaba de hacer —. Yo no soy quién se ha saltado todas las normas. Tú eres el único que siendo un policía no ha seguido el protocolo. Se supone que deberías haberlo llevado inmediatamente a la comisaría para interrogarlo allí, pero... no. Oh, no. ¡Decidiste que era mejor idea sacarle las respuestas a golpes!

Sus pies se detienen varios escalones más arriba y me mira por encima del hombro. Desde su posición elevada, las sombras ocultan parte de su rostro y la tensión carga el ambiente a su alrededor.

— Primero, te apareces de la nada... te apuñalan —sus palabras salen bajas y con dificultad debido a sus dientes apretados. Sus puños se tornan pálidos a ambos lados de su cuerpo mientras trata de controlar su respiración —. Después, te vuelves a involucrar en mis asuntos y un hombre muere. Estoy empezando a pensar que eres una mala compañía, Red.

Acorto el espacio que nos separa, subiendo los estrechones escalones, y me detengo muy cerca de su rostro. Apenas unos pocos centímetros nos separan y soy capaz de inhalar su oscura esencia.

— ¿Te has mirado al espejo? —murmuro sintiéndome más enfadada que nunca —. No eres precisamente un ángel caído del cielo.

Empujo su hombro, a tiempo de ver como su mandíbula se tensa por mis palabras, y continúo ascendiendo por las escaleras sin volver a mirar atrás. Aguardo junto a la puerta de su apartamento hasta que varios segundos después, él se detiene a mi lado. Sus manos se mueven bruscamente y con rabia mientras introduce las llaves en la cerradura para abrir la puerta.

Ambos nos quedamos paralizados bajo el umbral al ver la sombra de una persona en el medio del salón. Kane saca rápidamente el arma de su funda y apunta con ella al extraño. Entonces, la luz de la estancia cobra vida y el aire se queda atascado en mis pulmones.

Jay —exhalo.

Los latidos de mi corazón se aceleran en el interior de mi pecho al ver a mi amigo. Su pelo rubio platino está recogido en la parte posterior de su cabeza con una sencilla goma negra y sus ojos increíblemente azules se clavan en los míos.

— Me mentiste — su voz cargada de decepción me golpea mientras su mirada escanea brevemente al hombre vestido de negro que lo apunta con un arma a mi lado.

Jay...

— ¡Me dijiste que habías dejado de seguirlo! —me acusa. Sus ojos adquieren un color algo más oscuro como si las nubes ocultasen su brillante tonalidad azulada —. Me mentiste, Red.

Hay dolor en su voz cuando pronuncia mi nombre. Mis labios se separan, pero nada sale. Mi mente no consigue formar ni una sola palabra o escusa al contemplar la expresión desolada de Jay.

La chica sobre los tejados © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora