Sophie se quedó boquiabierta, nunca había imaginado que Ian le diría algo así. Ella no era cobarde, solo estaba cansada de escuchar mentiras o ver fotos descontextualizadas sobre ella. Aunque nunca lo había visto desde el punto de vista de Ian. Recordó por qué lo había odiado tanto al conocerlo, siempre le mostraba el otro lado de las cosas y la hacía pisar la realidad.

— ¡Pues soy feliz así! ¡Y si no te agrada ya no hables conmigo! —gritó furiosa, se sentó contra una pared y sacó un cigarrillo de su mochila. Se quedaría ahí fumando hasta olvidarse de las hirientes palabras de Ian.

—Si quieres vivir en tu burbuja, bien, voy a tolerarlo, pero me seguirá pareciendo estúpido. —Se sentó a su lado. Sophie le volteó el rostro y soltó el humo, relajándose, saboreando la siguiente calada. Esa acción la despejaba, cuando eran ella y sus cigarrillos nada del exterior le molestaba. Hasta se arrepentía de haberle reprochado a su padre durante años el fumar a escondidas, puesto que ella no podía ni imaginarse dejar el vicio.

Pensaba en ello, olvidándose de todo, incluso que al llegar a su casa tendría que encontrarse con Susan, un equipo de vestuaristas y explicarle a Thaly por qué se deshacían de toda la ropa que habían comprado la semana pasada. De pronto un chorro de agua fría le mojó el rostro y la sacó del trance al que la había llevado el tabaco.

— ¡Qué demonios! —gritó levantándose, dándose cuenta que no solo su rostro estaba mojado sino que el cigarrillo se deshacía entre sus dedos.

—Tu rostro se incendiaba —respondió el chico con toda la tranquilidad del mundo, guardando en su mochila una pistola de agua.

— ¡Pero qué!... ¡¿de dónde sacaste eso?!

—Lo tenía guardado para ti, por si te veía fumando. No es un vicio que vaya contigo.

— ¿Cómo sabías que fumo? Es la primera vez que lo hago frente a ti —preguntó secándose la cara con la manga del uniforme.

— ¿Nunca has escuchado que besar a alguien que fuma es como lamer un cenicero? Pues me di cuenta desde el principio. Así que voy a quitarte la manía.

— ¡No vas a quitarme nada! Fumar me hace relajarme y es otra cosa que a ti no te importa —respondió y retadoramente sacó otro cigarrillo. Antes de encenderlo recibió otro chorro de agua.

—Te estoy cuidando —dijo con una molesta sonrisa—. Es un método conductista y muy efectivo, al menos funciona con las mascotas. Verás que en un par de días ya ni te acordarás de fumar.

La chica sintió que ya era demasiado. Se alejó furibunda, ya estaba a una cuadra de su casa. Ian no la seguía. Al llegar a la puerta se dio la vuelta y lo vio a lo lejos. No se distinguía, pero estaba segura que él sonreía con superioridad, satisfecho por haberle dicho lo que pensaba y haberle fastidiado los cigarros.

— ¡No soy tu mascota! —le gritó, él se despidió con la mano y dio media vuelta hacia la parada de buses.

— ¡No soy tu mascota! —le gritó, él se despidió con la mano y dio media vuelta hacia la parada de buses

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