Paseo bajo la lluvia

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Sophie llegó muy cansada esa mañana. Ian la siguió manteniendo una distancia corta y se apoyó contra los casilleros mientras ella sacaba sus libros.

— Hoy estará muy aburrido ¿No quieres que nos escapemos del colegio? —le lanzó su sugerencia manteniéndose con las manos en los bolsillos y haciéndose al interesante.

—No, gracias, ¿para qué escapar? —respondió intentado que su lado malicioso no ganase la batalla y abandonase un aburrido día de clases por ir a deambular por las calles vacías.

—Es un bonito día y yo me voy a ir de todas formas, si no quieres, ni modo. —Encogió los hombros y caminó de regreso al patio. Podía escuchar a sus espaldas como Sophie guardaba sus cosas a toda velocidad y corría para darle alcance.

—Solo porque no quiero soportar a la profesora de Química. —Sophie recuperó el aliento y habló con arrogancia—. ¿Le decimos a Alan?

—No, él se hizo al interesante ayer conmigo. Anda raro, así que se aguante dos horas de atender a la pizarra y hacer ejercicios aburridos.

El timbre estaba por sonar, así que jaló a la chica hacia el salón de arte que estaba vacío en ese periodo y esperaron en silencio a que el alboroto de afuera cesara. Salieron corriendo cuando se escuchó que la última puerta fue cerrada y se dirigieron a la parte posterior del colegio, donde el muro era más bajo y daba a un callejón.

—Sube —le indicó Ian, revisó que ningún profesor o uno de los porteros estuvieran cerca, pero sabían que a esas horas todos estaban concentrados en anotar los retrasos de alumnos que llegaban por la puerta principal. Seguro de que no había moros en la costa le puso pie de gato.

—No voy a ir primero. Tú sube y yo te sigo —lo regañó cruzándose de brazos, esperando que él trepara primero.

— ¿Por qué? da igual.

—No da igual, ¡yo estoy con falda y vas a mirar! —Lo señaló acusadoramente, comenzando a sospechar de que todo eso de irse de pinta era una excusa de Ian por verle la ropa interior.

—No voy a ver —dijo con tono defensivo.

— ¿De verdad? —Volvió a cruzar los brazos y lo observó acusadoramente—¿Me juras que no te tentarás y mirarás hacia arriba?

El chico lo pensó un poco y finalmente se puso de puntas para alcanzar la parte superior del muro y se ayudó con los pies.

—Tú puedes mirar todo lo que quieras —le dijo. Como respuesta Sophie se tapó los ojos y le sacó la lengua.

Al llegar arriba le estiró los brazos y la jaló hacia él. Después de saltar a la calle se dirigieron tranquilos hacia una plaza cercana, hasta quedar de acuerdo en qué ocuparían su mañana libre.

Mi vida un showDonde viven las historias. Descúbrelo ahora